La nueva vicepresidenta, de la sospecha a la legitimidad del liderazgo compartido, así es María José Pinto. Durante años, la presencia de mujeres en los más altos cargos del poder ha sido interpretada desde el prisma de la desconfianza. Se las ha visto como figuras decorativas o, peor aún, como conspiradoras silenciosas. La desconfianza se intensificó cuando la ex vicepresidenta actuó como si su único rol fuera socavar al presidente, en lugar de acompañarlo. Es momento de reivindicar ese espacio y resignificar su rol.
Hoy, la Vicepresidenta ha optado por apoyar abiertamente a su binomio presidencial, demostrando que las mujeres no solo lideramos con autonomía, sino que también sabemos trabajar en equipo cuando compartimos visión, valores y compromiso con el país. La afinidad política no implica subordinación; implica coherencia, unidad estratégica y responsabilidad institucional.
La experiencia reciente contrasta con relaciones fallidas del pasado, marcadas por la ruptura de la confianza y el uso del poder como campo de batalla. Hoy, frente a ese pasado, se impone una nueva narrativa: la de una vicepresidenta leal a su proyecto, firme en sus convicciones y capaz de ejercer liderazgo sin pretensiones ocultas.
Las mujeres no llegamos al poder para dividir, sino para construir. No somos conspiradoras por naturaleza, somos líderes capaces de sumar, de acompañar y de hacer política con ética, visión y sororidad. (O)
