El agua de Cuenca ¡No se toca! ¡Esto es inobjetable! Las decisiones tomadas en consulta popular, en un país democrático, son mandato de inmediata ejecución. Ningún tipo de interés puede cambiar los dictámenes de la ciudadanía en las urnas. El Estado y sus gobernantes están obligados a obedecer y hacer todos los cambios administrativos necesarios para que la decisión tomada se ejecute. ¡Cuenca ya decidió! Los apocalípticos tiempos a los que pretenden condenarnos las actitudes anticonstitucionales de los gobernantes de turno que insisten con la minería en Quimsacocha, arrasando todo sentido común, descartando toda evidencia científica, toda decisión judicial y el dictamen soberano del pueblo, pone en peligro la vida y nuestra existencia. La apertura del catastro minero es una sentencia de muerte al Ecuador megadiverso, al Ecuador de los cerros y montañas, de las aguas más transparentes del mundo, al Ecuador con varias reservas de biósfera del planeta, al Ecuador de las aves y los colibríes, de los osos de anteojos, los jaguares y los monos araña, de los anfibios y reptiles, de las orquídeas, mariposas y hongos. El territorio ecuatoriano ha sido puesto a la venta y está en la mira de seres sin alma, sin entrañas, verdugos que en su insaciable codicia utilizan a los “lacayos de turno”, que ahora pretenden con argucias legales a nombre del combate a la economía criminal, dar paso a la “minería legal” y arrasar con nuestro mayor tesoro: el agua, la vida, nuestra identidad y cultura. (O)
