Implosión

El diccionario define a la implosión como la “acción de romperse hacia adentro con estruendo”. Esa imagen sirve para describir lo que ocurre hoy dentro del movimiento político más grande del país: la Revolución Ciudadana. En estas últimas semanas han sumando renuncias, expulsiones y divisiones que dejan ver una estructura que pierde cohesión y capacidad de conducción.
Las causas no son nuevas. Se remontan al modelo de organización que, en nombre de la unidad, fue suprimiendo las disidencias internas. Las estructuras verticales, aunque eficientes en tiempos de campaña, generan tensiones en procesos deliberativos. Y cuando estas tensiones se ventilan públicamente, dañan la imagen de un bloque político que históricamente ha reclamado coherencia y disciplina como signos de fortaleza.
Hoy, el liderazgo de la Revolución Ciudadana parece más enfocado en impugnar los resultados de las elecciones pasadas que en ejercer una oposición propositiva. La narrativa del “fraude” no ha logrado instalarse con fuerza y el discurso pierde efectividad. En lugar de reposicionarse como fuerza fiscalizadora y articuladora de demandas sociales, el movimiento se desgasta en disputas internas y en mensajes que no conectan con la agenda ciudadana.
Es probable que sobrevivan a esta crisis, como lo han hecho antes. Pero si lo logran, no será por la fortaleza de sus liderazgos actuales, sino por la memoria persistente de una parte del electorado que compara su gestión pasada con las deficiencias de los gobiernos que vinieron después. Es un capital simbólico que, aunque aún vigente, no es infinito. Y la implosión —si sigue avanzando— podría dejar un vacío difícil de llenar incluso para quienes hoy resisten entre los recuerdos.

DZM

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.

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