
Con alguna excepción en lo económico, el Gobierno no parece tener un puerto fijo hacia el cual conducir la nave del Estado.
El presidente Daniel Noboa opta por gobernar a sobresaltos, a carreras de alta velocidad en pistas pequeñas, sin importar los cómo o alterando sus capacidades físicas.
De ahí los envíos, cada mes, de proyectos de ley a la Asamblea, sobre reformas a las existentes, todas bajo la figura de económico urgente, sin cumplir lo establecido en la Constitución y en las normas legislativas.
La respuesta la dio la Corte Constitucional (CC), no precisamente avalando el proyecto gubernamental, en especial el relacionado a la lucha contra los grupos de delincuencia organizada cuya escalada de violencia tiene sometido a más de medio país.
Mientras se digería la posición de la alta Corte, como las marchas organizadas por el oficialismo para enfrentarla, los ecuatorianos han sido “remitidos” a hablar sobre la propuesta de convocar a Asamblea Constituyente.
Dicho planteamiento, aparentemente desechado por el Régimen, viene justo cuando la Conaie convoca a un paro nacional tras la decisión de eliminar el subsidio al diésel.
Es más, si el Gobierno, de verdad quiere convocar a una Constituyente no habría razón para la consulta popular y referendo, tentativamente previstos para noviembre próximo.
Al cierre de este editorial, el presidente convocó a referendo para consular sobre la instalación de bases militares extranjeras.
Van cuatro meses de un caminar de tumbo en tumbo, en tanto la credibilidad del gobernante decrece, no hay obra pública; peor, inversiones, y se acumulan problemas sociales, en especial los de salud, empleo y educación.
Siendo justos, vale anotar la ingobernabilidad del país, como las aspiraciones del Gobierno para sacarlo adelante, pero al frente tiene grupos que quieren un cambio sin que nada cambie; igual un marco jurídico y constitucional hecho como para que quien intente remozarlo sucumba en sus trabas.