Lecciones de un país paralizado

Más de treinta días de paralización de vías en diferentes puntos del país deben dejar lecciones que la sociedad no puede ignorar. En primer lugar, es inevitable lamentar el dolor que deja la pérdida del padre, el hijo, la abuela —Efraín, José y Rosita—, junto con los más de 300 heridos reportados por las organizaciones de derechos humanos. Ellos son las primeras y más dolorosas consecuencias de la incapacidad de diálogo y de la radicalización de posturas entre gobernantes y dirigentes.

Marlon Vargas, en su calidad de nuevo representante de la CONAIE, ha dejado dudas sobre su liderazgo y sobre su capacidad para mantener unidas las estructuras de la organización. El fraccionamiento interno y las disputas entre facciones terminaron por desgastar la iniciativa, al punto de no alcanzar resultados tangibles que justifiquen el esfuerzo de más de un mes.

Las Fuerzas Armadas y la Policía, por su parte, han salido golpeadas en su imagen y reputación tras las demostraciones de violencia y agresividad registradas durante el paro. Su tarea inmediata debe ser recuperar el prestigio y su rol de protección ciudadana, en lugar de la imagen de represión que ha quedado instalada.

Ni el Gobierno ni la oposición pueden proclamarse vencedores, pero tampoco salen indemnes. A más de un mes del incremento del diésel, el presidente Noboa mantiene niveles de confianza y aprobación que, aunque disminuidos, están estables. Lo que sí es nuevo es que, pese a la aparente estabilidad, hoy el propio electorado del presidente cuestiona su falta de capacidad para el diálogo y la vena autoritaria que se ha dejado ver con mayor fuerza. Rasgos que no auguran un ejercicio de poder apegado a las prácticas democráticas que los tiempos exigen.

REM

REDACCION EL MERCURIO

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