¿Qué culpa tiene Cuenca de la enemistad entre el alcalde Cristian Zamora y el Gobierno de Daniel Noboa?
La ciudad, con mayor razón si cumple un nuevo aniversario de independencia, está muy encima de rencillas, algunas infantiles, de rencores y hasta de una camuflada lucha de tronos.
El Gobierno, en particular el presidente Noboa, esta vez no estuvo a la altura de la dignidad de Cuenca ni de su historia.
Durante octubre vino varias veces a la ciudad para cumplir actividades oficiales. El 29 lo hizo para entregar recursos para el sector productivo y ser partícipe de un concierto musical y el sorteo de un vehículo. Esto último, ¿es propio de un presidente, aun si la intención es “caer bien” a los jóvenes en vísperas de la consulta popular y el referendo?
Volvió el 31 de ese mes para entregar becas; luego el 1 de noviembre para asistir al festival de Artesanías de América.
Se supo que no vendría para la sesión solemne del Concejo Cantonal para homenajear a Cuenca por sus 205 años de independencia, debido a su viaje a Estados Unidos, programado con antelación.
Si esa era su agenda, debió, cuando menos, delegar a alguien para que lo represente en dicha sesión.
Y esto sí es cuestionable. Es la primera vez que la ciudad es víctima de una actitud malqueriente.
A eso abonó la presencia de la vicepresidenta María José Pinto. Se limitó a colocar una ofrenda floral en el parque Abdón Calderón, acto con el cual, según el Gobierno, le rindió homenaje a Cuenca.
Las justificaciones dadas ahora por los representantes del Ejecutivo en Azuay, lejos de ser creíbles, resultan inoficiosas y rastreras.
Cuenca es ciudad altiva y defiende sus derechos. No tiene por qué hacerse cargo de rencillas entre su alcalde y el Gobierno, originadas por la calentura política y el poco talante para saber discrepar y expresarse.
No por esa hostilidad quieran usar su nombre para lavar sus trapos viejos. Entiéndalo.





