Cerrar 2025 ocupando el sexto puesto entre los diez países más peligrosos del mundo resulta para el Ecuador no solo escalofriante sino un indicador de cuan permeado está por el crimen organizado internacional.

Semejante ubicación en el pódium del mal, es parte del Índice de Conflictos y Violencia Política 2025 elaborado por Datos de Ubicación y Eventos de Conflictos Armados (Acled, en inglés).

Cada país es evaluado mediante cuatro indicadores: letalidad, peligro para civiles, difusión geográfica de la violencia y fragmentación de grupos armados.

Ecuador, quién lo creyera, está por encima de Colombia (puesto 14), Venezuela (34), Perú (43) y Chile (46).

¿Cómo, desde cuándo, por qué se perdió el rumbo en materia de seguridad, a tal punto que el Ecuador es considerado la puerta principal, única acaso, de salida de cocaína hacia Europa y Estados Unidos?

Ni el Plan Fénix, si es que lo hay, pero no en teoría sino en la práctica, ni los esfuerzos del Ejército y la Policía Nacional, algunos ejecutados con apoyo de los Estados Unidos, parecen hacer mella en las organizaciones criminales, varios de cuyos cabecillas de “intermedio valor”, uno que otro de “alto valor”, guardan prisión y a otros les espera la extradición.

El Gobierno da cuenta de operativos realizados, de detenciones, de los decomisos de cientos de miles de toneladas de droga, de los golpes dados a las economías criminales, incluyendo las de la minería ilegal.

Eso, a todas luces, es innegable; pero insuficiente a la vez. El nuestro está en el medio de los más grandes países productores de cocaína (Colombia, luego Perú), y su economía dolarizada favorece el lavado de dinero.

En tan tremenda encrucijada, el Gobierno debe redirigir su accionar, caso contrario el país podría seguir escalando en aquella “lista negra”, y los ecuatorianos a seguir acostumbrándose a convivir con el miedo; otros a seguir politizando la inseguridad.