Es casi seguro que el infierno está poblado de demagogos. Siguiendo a Tocqueville, en manos del demagogo la democracia se convierte en tiranía. Lamentablemente, la demagogia es la forma imperante en las prácticas públicas, en Ecuador y probablemente en el mundo. Ganar el favor popular a través de los medios más irracionales, como apelar a las emociones, los miedos, prejuicios, la violencia simbólica, ofrecer imposibles, halagos engañosos, y decir lo contrario que se hace, forman parte de la práctica demagógica. También el uso de clichés sociales, la promesa de la salvación y la mejora. Según el interaccionismo simbólico, la repetición de una idea de manera continua conlleva hábitos y conductas automáticas e irreflexivas, y eso lo saben los demagogos. También el uso de troles mediáticos que emiten la misma idea, pero desde diferentes lugares, una especie de pitufeo ideologizante, que debe ser entendido como el mejor producto de los populismos de izquierda y de derecha. ¿Y para qué? Para llegar al poder e imprimir una agenda propia. No es conducir el destino del pueblo, es usarlo. ¿Y cuáles son sus resultados? La descomposición social, la apatía, el hartazgo, la inseguridad, la indefensión, la corrupción, la impunidad, y la mentira. (O)
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