Los ninacuros o gusanos de luz, cada vez menos

Por Kabir Montesinos
Colaboración para El Mercurio

Estos faroles vivientes que han encendido nuestra imaginación y alumbran las noches en los campos húmedos, son nada más y nada menos que las luciérnagas, estas chispas fantásticas son hadas de los bosques con los que podemos contar historias, escribir cuentos y siempre guardar un recuerdo grato cuando las vemos.

Hace algunas décadas eran comunes, pero hoy son cada vez más escasas. ¿Por qué? Una vez más, la respuesta es incómoda: los humanos somos los responsables.

En nuestra carrera por el desarrollo, hemos invadido todos los espacios posibles y eliminado la oscuridad con luz artificial, sin considerar las consecuencias.

Equilibrio

Estas deslumbrantes amigas,  de los ecosistemas desempeñan un rol crucial. Como larvas se alimentan de algunos insectos y moluscos, por ejemplo, ya que los paralizan con una sustancia única. Ya como adultos se transforman en fuegos artificiales para deleitarnos con sus claves morse.

Su vuelo se enciende en diferentes puntos, para atraer a hembras jugando con nuestra imaginación, creando un mini cosmos estrellado en miniatura, transportándonos a mundos soñados.
Los científicos han estudiado la bioluminiscencia de estos escarabajos durante años.

Su capacidad de producir luz, con un mínimo de calor, se debe a una reacción química entre el oxígeno y una molécula llamada luciferina.

Dependiendo de la especie, emiten diferentes tonalidades e intensidades de luz, lo que les sirve tanto para el cortejo como para defenderse de los depredadores, gracias a ellas nuestra curiosidad despertó e inventamos las bombillas y lámparas, es así como hemos alumbrado la oscuridad y las estamos exterminando con nuestras ciudades sin noche.


Usando el oxígeno como combustible y unas células conocidas como lucerfina se combinan para generar luz en su abdomen, apenas produciendo algo de calor, es así como estos escarabajos bioluminiscentes despiertan la noche, dependiendo de la especie emiten diferentes tonalidades e intensidades de luz para atraer a su pareja y posiblemente es un sistema de defensa ante sus predadores.

Características

En su ciclo de vida colocan huevos en el suelo. Sus larvas, también bioluminiscentes, tienen una dieta carnívora, capaces de atacar presas hasta 20 veces más grandes.

Siguen rastros de mucosa dejados por caracoles o babosas y al morderlas las paralizan con una toxina desintegrándolas, realizando entre cuatro y cinco mudas de exoesqueleto antes de alcanzar la adultez, etapa en la que muchas ya ni siquiera se alimentan. Viven aproximadamente 30 días como adultas, pero su fase larval puede durar entre dos y tres años. (I)

Una extinción silenciosa

A pesar de su fascinante biología, estos insectos están desapareciendo debido a la contaminación lumínica y la destrucción de su hábitat. La luz artificial interfiere con su sistema de comunicación, impidiendo que encuentren pareja y reproduzcan. La expansión de las ciudades, la deforestación y el uso de pesticidas han reducido drásticamente sus poblaciones.

Un político cuencano recientemente minimizó la importancia del impacto ambiental de la urbanización, afirmando que «solo son ranas y pajaritos que serán reubicados en otro lugar». Sin embargo, el equilibrio ambiental no funciona así. Cada especie es una pieza fundamental de un ecosistema, y no sabemos cuántas más podemos perder antes de que el daño sea irreversible. (I)

APOYOS

– Existen más de 2.000 especies de ninacuros. Investigaciones recientes han identificado los genes responsables de su bioluminiscencia (Alabd-B y AlUnc-4), que permiten el desarrollo de su «linterna».

– Para reflexionar sobre esta pérdida, una recomendación final: La tumba de las luciérnagas, una conmovedora película animada ambientada en la Segunda Guerra Mundial, disponible en Netflix.

Raúl Sacta Domínguez

Periodista, Productor Audiovisual y Diseñador Gráfico. Escribe temas de coyuntura, además de tecnología, arte y cultura.

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