Pandemia y corrupción

Francisco Cherrez Tamayo

OPINIÓN|

Ahora que la mayoría de cantones esta en semáforo amarillo, y algunos de ellos en verde, estimado lector queda a su mejor criterio, juzgar como actuaron el gobierno nacional y los COES provinciales, frente a esta pandemia, de cuya magnitud jamás nos imaginamos.  Personalmente y reconociendo el esfuerzo realizado pos autoridades locales y nacionales, pienso que las cifras de contagiados y fallecidos, están muy lejos de la realidad. Por favor que no se vaya a interpretar como que esta crisis ya termino, no de ninguna manera, la misma continuara por un tiempo muy prolongado, durante el cual debemos aprender a convivir con la presencia de este virus, manteniendo siempre las debidas normas de prevención. En lo que no hay duda, y pienso que todos estaremos de acuerdo, es que durante esta  pandemia, la corrupción ha campeado igual o más que antes. Estos miserables, sátrapas, corruptos, no se conmovieron del dolor humano, no les importo el drama de los enfermos, de los fallecidos, de los huérfanos que lloran a sus seres queridos, en fin, no tuvieron compasión de la orfandad, del hambre y de la miseria en la que se debaten tantas familias que no tienen recursos para llevar un pan para sus hijos; estos perversos, depravados sociales, delinquieron para enriquecerse a costa del dolor humano. Lamentablemente en estos actos de corrupción están comprometidos personal de los municipios, prefecturas, secretaria de riesgos, departamentos de compras de los hospitales del IESS y del Ministerio de Salud, y cientos de etcéteras. Recordemos que no son solo 13 años de corrupción y latrocinio que se vienen cometiendo en contra de las arcas fiscales; y que conste que no solo me refiero a los ilustres ciudadanos de Alianza País, o de la famosa “Revolución Ciudadana”,  sino a todos los estamentos y partidos políticos, salvo pocas y honrosas excepciones.  Ojalá la justicia nos pueda devolver algo de la desvanecida confianza, y castigue en la forma más severa y ejemplar a esta turba de delincuentes, que no son más que una escoria humana.  (O)