Banalización de la palabra oficial

Considero que, la palabra de un presidente tiene un valor inusitado porque representa a todo el país, puede provocar la gloria o la ruina, puede ser corrosiva o constructiva.

Los presidentes más poderosos del mundo solían tener a su disposición escritores que preparaban sus discursos. Así, en el pasado, los presidentes cuidaban sus palabras y leían sus discursos. Con honradas excepciones, ahora los presidentes hablan a toda hora, improvisando todo y utilizan las redes sociales tal como las señoras del vecindario.

El resultado de lo antes mencionado, es la banalización de la palabra oficial y el riesgo de hacer papelones como el que hizo hace días el presidente   argentino Alberto Fernández, una verdadera gauchada turbulenta.

En una aparición ante la prensa con el presidente del gobierno español Pedro Sánchez, el mandatario argentino tratando de halagar al visitante y presumiendo de europeísmo dijo: “Escribió alguna vez Octavio Paz que: los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva, pero nosotros los argentinos llegamos de los barcos y eran barcos que venían de Europa”. La frase no es de Octavio Paz, aunque el mexicano haya dicho una frase parecida.

En México y Brasil se desataron de inmediato protestas por las expresiones “racistas” y “xenófobas” de Fernández, y como suele ocurrir, el presidente ha tratado de disculparse, corregir, y justificarse sin mucho acierto.

Con las llamadas estrategias de comunicación, con el manejo de la política del espectáculo y con el uso de las redes sociales que reduce el mensaje a eslogan, se acentúan los peligros de banalizar la palabra.

Los políticos siempre deben tener presente que el ejercicio de la presidencia no es la prolongación de la campaña electoral.

Creo que de las palabras depende muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra; las palabras tienen mucha fuerza, con ellas podemos destruir, lo que hemos tardado mucho tiempo en construir.

Las palabras insultantes o despectivas nunca han creado algo edificante; con el uso de expresiones agresivas, lastimamos a las personas causándoles heridas, resentimientos y dolor: que luego se volverán contra el agresor.

Las palabras tienen vida: bendicen o maldicen, alientan o abaten, salvan o condenan. (O)