Refugios de la pandemia (9)

Rincón de Cultura Jorge Dávila Vázquez

LA FAMILIA es el motivo final que aproximaremos en EL VIENTO DEL ESPÍRITU DESATA LOS LEGAJOS, el gran poemario de Bruno Sáenz Andrade.

A lo largo de más de 40 años de entrañable amistad. he tenido la oportunidad de conocer a la mayor parte de su familia, y guardo un recuerdo difícil de borrar de su madre, ser de una delicadeza de espíritu admirable, a quien el poeta dedicó más de una composición en otros libros; en este, una preciosa evocación en MEMORIA OTRA: “los labios de la madre (los de una imagen joven…su canción me seguirá hasta los pasillos del hospital de su última enfermedad) mientras susurran la tonadilla pasada de moda.” Y hallamos VISITA, un hermoso poema que evoca la presencia del padre muerto hace tiempo. Recuerda que juntos, vieron una comedia musical en Amsterdan, que le regaló una versión de la “Misa solemne” de Liszt, que le gustaba a él, pese a que no era amante de la música clásica, y que vino a acompañarle a escucharla, “callado, discreto, invisible”.

Hay múltiples textos que dedica o evoca a su hijo Franz Josef y a la compañera de buena parte de su vida, Elena.

Así, en CAZA NOCTURNA, le dice a ella: “Solo encuentro tu mano. Entrelazo mis dedos con ella…” En RETRATO DE MUJER: la piensa como una imagen perfecta y la identifica con ella misma idealmente: “¡Oh, gloria! ¡Oh, simulación de la eternidad! ¡Oh, estatua cuyos dones guían la mano dócil del artista!”. En la prosa lírica TREN Y PASAJERO piensa en un viaje del hijo en Europa, imagina lo que verá, lo que evocará, las ideas que cruzarán por su joven mente, y acaba dedicando el texto a madre e hijo.

Franz está en el hermoso VISITA, y aparece en REMINISCENCIA, invadiendo, con su madre el ámbito sagrado del estudio del padre poeta, en pos del computador. El ermitaño cede, y se prepara a extrañar la joven figura cuando esta salga en pos de ámbitos mayores, porque “la caverna de tu padre se ha vuelto para ti estrecha.” Y es el destinatario del cósmico AMANECE, que pinta el sexto día de la Creación, con una admirable potencia lírica.

Quedan tantos ricos motivos por analizar, admirar y disfrutar: la amistad, el paisaje, la reminiscencia, la madurez, la tranquila ruta de la muerte, en una poesía que semeja un torrente inextinguible. (O)