Noche de Navidad

Hernán Abad Rodas

Es Navidad, el hombre despierta de su profundo sueño, las almas de los cristianos en alas de los recuerdos vuelan hacia el pesebre de Belén.

Los católicos vivimos días de Navidad, donde el viento sopla y luego acalla, donde el mar tiene su flujo y reflujo; mas el corazón de la vida es un remanso sereno, iluminado por astros firmes y eternos; noches en que, buscando el descanso en el sueño, escuchamos la voz del cielo que llama a los ángeles para hablarles de paz, justicia y amor.

Noche de Navidad, es de los poetas, de los cantores, de las almas, del deseo, y de la nostalgia, es una esperanza que abre nuestros ojos a la majestad del infinito, mientras que el día, es una presunción que nos transforma en ciegos en un mundo de cantidades y medidas.

Luego de algunas décadas de caminar bajo el sol, vuelvo con mi pensamiento a los días de mi niñez y juventud, te veo nuevamente noche de Navidad, que en tu admirable majestad sigues siendo una madre para mí, y yo, en mis sueños un hijo para ti; continúas confesándome tus secretos, y yo aún te revelo mis aspiraciones y esperanzas.

Noche de Navidad, de niño temía tu rostro, hoy a mi edad te has trasformado en melodía suave como el murmullo de las flores, y mis temores han cedido el paso a una seguridad dulce como la confianza de las aves, enseñaste a mi corazón a amar lo que los hombres odian, y a odiar lo que ellos aman.

Es navidad, en mi alma siento que hay estrellas luminosas que la pasión esparce al anochecer, y en mi corazón hay una luna que ilumina la procesión de mis sueños.

Noche de Navidad, quisiera ser como tú, aunque el atardecer no me corone con sus nubes doradas, pero sé que mi mañana sólo llegará cuando mi tiempo haya terminado. Si la voluntad divina quiere que pase mis días en silencio, esperándote nuevamente hasta que se abran las puertas de la eternidad; entonces miraré a la vida como la primavera mira al invierno, y después de trepar por la senda más escarpada, llegaré a la cumbre de la montaña para contemplar los obstáculos de mi existencia, sentir como el viento peina mis cabellos, y la lluvia lava las lágrimas de mi rostro.

Desde mi infancia, para mí Jesús, era como una primavera para mis sueños; llenó de alegría mi corazón infantil, en tanto yo crecía como la violeta, deslumbrada y avergonzada ante la luz de su advenimiento. Y, hoy todos los cambios de las estaciones no pueden borrar la belleza de mi mundo cuando recuerdo a Jesús.

Maestro Jesús: ayer era una palabra sin eco en el corazón de la noche, hoy seré una canción en los labios del tiempo. (O)