Qatar

Aurelio Maldonado Aguilar

Estamos ya entre los grandes de Qatar, según las informaciones y el entrecruzamiento de resultados de los nuevos partidos, que confirman la esperada clasificación al mundial. Sin ser, ni de lejos, experto en la pasión que si mueve multitudes, el futbol y luego de ver el partido con la maravillosa tecnología de video, donde se pueden observar detalles de pedacitos de grama cuando la hieren los botines o tatuajes, detalles de corte de cabello, cicatrices diminutas en los rostros de los jugadores, no queda dudas sobre el enorme mejoramiento de nuestra “tri” pues el equipo se ve compacto y con muchos talentos y habilidades de los nuevos y jóvenes muchachos que lograron lo que todo el mundo esperaba y hoy festeja. Si existe dudas en jugadas polémicas o traumáticas, ingresa el var, mágico brujo que, a costa de ralentizar y repetir mil veces la acción desde variado ángulo, no deja duda alguna del momento y se confirma o cambia la decisión arbitral. Sin embargo, en el partido de Brasil, se opina que, el peso del linajudo auriverde cargó sobre el resultado y nos perjudico, al punto que preguntado el árbitro por su madre del cómo le fue en el partido, respondió que a el muy bien, pero a la que le fue muy mal fue a ti, madre, contesto pícaramente. Es una fiesta donde todo queda soslayado. No importa lo político, ni impuestos que asfixian a la clase media, ni la droga y las pistas clandestinas e incluso el sicariato florido que persistente y que vivimos a diario, es relegado ante la fuerza del gol. El futbol es un opio mundial. Dar espectáculo al pueblo es la clave para mantenerlo contento y feliz, recitaban los romanos en sus coliseos y hoy en día, nuestros coliseos están en cada casa, salón o restaurante, donde se congrega la gente para gozar o sufrir el partido. Los estadios se repletan de personas, codo con codo, eufóricas y sin el más mínimo cuidado de la nueva plaga, el covid. Nada importa, los amigos se reencuentran y festejan gane o pierda su equipo y ven el momento de pasarla bien sin restricciones ni frenos. El género no importa, aunque al decir verdad, si prevalecen los hombres. Los negocios de comidas en locales o por pedidos, hacen su agosto y preparan los alimentos, con la pantalla al frente y matizando el potaje con gritos y comentarios buenos o malos, donde la madre del réferi sufre y se llena de dicterios. Es una fiesta y la gozamos, expertos e iniciados, como yo mismo. (O)