El dilema del valor periodístico

Ante la agenda noticiosa de estas últimas semanas, varios periodistas y académicos de connotada trayectoria han comenzado a discutir nociones sobre la calidad del periodismo de investigación y los desafíos que éste encuentra ante las exigencias de la industria medial en el entorno digital.

El primer desafío es de tipo conceptual.  ¿Qué es calidad en el caso de un producto intelectual, intangible, como es el periodismo?  No es fácil obtener un consenso generalizado.  Es posible, eso sí, discutir a partir de rasgos esenciales que condicionan el trabajo periodístico ¿La información es relevante para el público? ¿Se consultan suficientes fuentes, son pertinentes? ¿La información es comprobable? Y si la respuesta es positiva, ¿quién lo califica como tal? ¿La elite mediática? o ¿La elite política? Esa valoración fue, de hecho, la que llevó al presidente Lasso a calificar como ‘terrorismo mediático’ los reportes presentados por un medio digital y que actualmente han sido replicados o forman parte de la agenda de varias salas de redacción en el país.

Investigadoras chilenas han acuñado el concepto del Valor Agregado Periodístico -VAP- entendido como “todo aquello que el medio añade a la información que el público podría obtener directamente”.  Así, en el caso de la información que estamos recibiendo, se puede evaluar su valor en función de los hechos y fuentes posibles que sean reales y confiables y también en función de la asignación del sentido.  En otras palabras, la narrativa adecuada que organice y jerarquice los elementos de manera de volverlo comprensible.

A esta evaluación hay que añadirle el contexto o soporte del mensaje, que al tratarse de un formato digital hay elementos como la inmediatez y la dosificación de la información como parte del análisis de la calidad.  No es lo mismo presentar una investigación en ediciones quincenales, como lo hiciera una revista, que, en fragmentos para redes sociales, como lo hace un medio digital.

De manera que, al recibir la información sobre los casos de corrupción en el contexto político que están circulando profusamente, antes de descartar su calidad por la narrativa melodramática que la acompaña, es saludable evaluar el contenido por los hechos que presentan, las fuentes que la sustentan, el encuadre expuesto y, en el caso del medio digital, la secuencia de publicaciones o posts.  Un solo mensaje no va a entregar toda la información. El primer audio que escuchamos no permitió evaluar la calidad de la investigación.  Pero si a ese audio le acompañan entrevistas, confirmaciones de los actores, validaciones de la información por parte de otros medios, incluso de parte del mismo gobierno, parece que nos enfrentamos a un trabajo que, como dicen sus investigadores, tenía meses de esfuerzo periodístico detrás y una base documental de mayor envergadura.  ¿Las conclusiones? Esas las hace la audiencia.