Don Alfonso y la credibilidad

La credibilidad es el AND del buen periodismo. Periodistas creíbles, por sí solos, son, hasta cierto punto imprescindibles. Son ellos quienes hacen creíbles a un medio de comunicación, muy por encima, incluso de la siempre controversial independencia.

Es, entonces, la aliada perfecta. No se la logra de la noche a la mañana, ni se ancla en la historia de un medio, muy a pesar de su peso, historia e influencia.

En tiempos en los cuales la inmediatez rebasa hasta lo inimaginable; lo falso se convierte en noticia; cualquier hecho o comentario llega a medio mundo por diversos canales de comunicación, los digitales en especial, la credibilidad se impone.

Si antes de la explosión digital, contrastar, investigar, comprobar, sin importar el afán por llegar primero, eran los credos, repetimos, del buen periodismo, ahora lo son mucho más, muchísimo más.

El don de la palabra, la claridad y contundencia al expresarla, edifican la credibilidad. Y si son la esencia, la manera de ser, el mostrarse de una persona, ni se diga si es periodista, vuelven a esta, parte del entorno, de la vida diaria; y más todavía si tiene como ejes la humildad, liviandad, tolerancia y carisma.

Al despedirse de Ecuavisa tras 56 años de ininterrumpido trabajo periodístico, Alfonso Espinoza de los Monteros – Don Alfonso, como se lo conoce- deja huellas imborrables por haber cultivado esos atributos. Los ganó con constancia, con fe. Los abonó con su credibilidad, una virtud jamás equiparable con la vanidad, con el todo lo sabe, con la reprochable fama.

Pocos periodistas de televisión como Don Alfonso lograron ser creíbles. Pocos como él consiguieron ser parte de la vida diaria de los ecuatorianos para conocer las noticias, sus trasfondos, sus contextos; para oír y procesar sus comentarios serenos y oportunos, así no sean compartibles.

Lisonjas aparte, pero en la televisión, en el periodismo, Don Alfonso deja un vacío difícil de llenarlo, precisamente por ese don muy suyo: cre-di-bi-li-dad.