Alquimia espiritual

Hernán Abad Rodas

El ser humano carga aún con mucho del instinto animal: su agresividad, ira, envidia, venganza, astucia, autoritarismo, codicia etc. Todo lo que ha sido condenado en el ser humano, parece venir del inconsciente profundamente arraigado; razón por la cual, creo que necesita una verdadera ALQUIMIA ESPIRITUAL para eliminar su pasado animal.

En lo que concierne a su comportamiento, el ser humano sigue los ideales de la humanidad: amor, verdad, libertad, desapego, compasión; pero esto permanece como una delgada envoltura en su ser, y en cualquier momento el animal oculto puede surgir; cualquier accidente lo pone de manifiesto, situación muy notoria en el mundo de la política, de las falsas revoluciones y de los negocios.

Frente a la lacerante realidad antes descrita, la naturaleza nos tiende siempre sus brazos acogedores y nos invita a alegrarnos de su belleza, pero tememos su silencio y nos precipitamos en las ciudades embotelladas en las que nos amontonamos como corderos que huyen del lobo feroz.

El 22 de abril pasado se celebró el día internacional de la Tierra. Debemos pensar que: la naturaleza es generosa con nosotros, pero, cuando ella es agredida sin piedad, nos obliga a que observemos, como la tierra abre totalmente la boca, lanza fuego, ceniza y lluvias intensas, deglute al hombre y sus obras.

Hay que poner en “su lugar” al hombre, y aún puesto en dicho lugar frente al telón de fondo de la naturaleza, el hombre suele olvidar cuán pequeño es.

Lo que nos gusta del mar es su infinitud, y lo que nos gusta de la montaña es su enormidad; lástima que algunos políticos corruptos hablan con la voz profunda del mar, pero viven como en pantanos.

La naturaleza es de por sí un sanatorio; aunque no pueda curar otra cosa, puede sanar al hombre enfermo de megalomanía y autoritarismo.  Toda buena montaña es un sanatorio, uno se siente acurrucado como niño en su pecho. Creo en las propiedades espirituales y curativas de los árboles antiguos, de las montañas, valles, ríos y del inmenso mar, e incluso uno puede descubrir el secreto de los océanos meditando en una gota de rocío.

La naturaleza cura las ambiciones de la carne y las enfermedades del alma: cleptomanía, egocentrismo, codicia, megalomanía, halitosis espiritual, terquedad en general, corrupción y todas las enfermedades morales, en nuestro país que se han hecho muy notorias.

Es hora de comenzar a respetar el planeta. A veces nos ponemos ambiciosos y desdeñamos la tierra humilde, pero generosa, más debemos tener respeto por esta madre tierra, una sensación de verdadero afecto y apego, por esta vivienda temporal de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu. (O)