Comparaciones

Con sabor a moraleja Bridget Gibbs Andrade

“¿No teme terminar como Galán?”, preguntó Carlos Vera, a Villavicencio, en la campaña electoral. “Este país necesita un liderazgo valiente y honesto”, respondió. Vera volvió a preguntar: “¿No cree que para eso tiene que sobrevivir?”. Y contestó: “Se sobrevive perdiendo el miedo”. Sólo un hombre valeroso y fuerte, como lo fue don Villa, pudo haber dado esa respuesta. Y aquí surge algo inevitable, la comparación de Fernando Villavicencio con Luis Carlos Galán: dos candidatos presidenciales que prometen acabar con las mafias son asesinados en un mitin de campaña, cuando sus países son vapuleados por el narcotráfico y la violencia. Al primero lo ajusticiaron el 9 de agosto del 2023. Al segundo, el 17 de agosto de 1989.

Durante los últimos años el país ha sobrevivido en medio del narcotráfico. Las cárceles son tierra de nadie, se han multiplicado los homicidios, los asesinatos políticos se han vuelto comunes y policías y militares cooperan con el crimen organizado. Ecuador suplantó este año a Colombia como el primer exportador mundial de cocaína, y que lo siguiente no nos sirva de consuelo, pero el país vecino sigue siendo el productor principal. Es más rentable para los narcos sacar la droga por Guayaquil, pues las fuerzas de seguridad ecuatorianas no son tan sofisticadas como las colombianas.

La mañana en la que mataron a Villavicencio, garantizó que iba a depurar a la policía y al ejército. Según Renato Rivera, un analista de crimen organizado, la ola de violencia en el país no ha producido una respuesta decisiva y firme de la justicia. Un dicho reza que todo hombre tiene su precio, lo que hace falta es saber cuál es. Y los narcos lo saben, por eso han seducido a las balanzas de la justicia y sobornado a fiscales y jueces.

Y esto, de alguna manera, también sucedió en Colombia. Los narcotraficantes financiaron campañas presidenciales; incluso, algunos de ellos fueron diputados. Para muestra, basta un botón: Petro, al que le han motejado como el mandatario que trabaja “a medio gas”, por sus continuas ausencias a reuniones importantes. Su círculo íntimo ha revelado que, además de ser depresivo, es drogadicto.

Los asesinatos de Villavicencio y Galán marcaron la historia de ambos países. Confío en que podamos librarnos de la complejidad que nos rodea a diestra y siniestra, algo que ya vivieron nuestros hermanos colombianos. Y confío también en que Ecuador no se convierta en la segunda Colombia. (O)