Conflicto armado y pánico

Los ataques demenciales perpetrados por hordas de delincuentes de toda laya, agrupadas, según la Policía, en 22 organizaciones con identificaciones propias del mundo de crimen, desbordan cualquier límite de paciencia, de imaginación y de capacidad de aguante por parte del Estado.

El ataque a TC Televisión, mientras trasmitía un programa en vivo, es repugnante y, por lo tanto, merece la condena total. Así ha reaccionado todo el país y la comunidad internacional.

Esa misma condena vale para los demás actos terroristas perpetrados en varias ciudades, cuyas secuelas son muertos, heridos, policías y guías penitenciarios secuestrados, destrucción de bienes privados y públicos, explosiones y amenazas hechas para sembrar el pánico.

Nunca el país estuvo, como ahora, en manos de organizaciones criminales, habiéndole convertido en uno de los más violentos del mundo, en tanto muchas de sus leyes, incluyendo algunos artículos de la Constitución, de alguna manera resultan hasta pro delictivos, protectoras al extremo, sin contar con la podredumbre en el sistema judicial y penitenciario.

El presidente Daniel Noboa, para evitar el descalabro total y ante el desafío a la estructura misma del Estado por parte de esas hordas, ubicándose en el lado correcto de la historia y haciéndose eco del clamor ciudadano, declaró la existencia de un conflicto armado interno.

Eso implica la movilización total de las Fuerzas Armadas, permitiéndolas realizar “operaciones militares sostenidas” con el uso de armas letales.

Según el decreto, tienen la orden de “neutralizar” a las bandas criminales, un término sujeto a interpretación de la Corte Constitucional.

Esta decisión es bienvenida por todo el conglomerado social. Ha merecido el apoyo hasta de la clase política como no puede ser de otra manera, así aluna tenga cuentas pendientes con la justicia y hasta abogue por los delincuentes.

Urge informarse bien. No caer en el pánico, en especial el generado en redes sociales.

Es el momento de la unión nacional.