Las monarquías de América Latina

Marco Carrión Calderón

En algunas partes del mundo actual, pero especialmente en América Latina, ocurre un curioso fenómeno político: el renacimiento de las Monarquías Absolutas bajo el disfraz de democracia y “gobierno del pueblo”. Se trata de una especie moderna de “monarquías” ejercidas por unos vivarachos fulanos que se han alzado con el poder en algunos desventurados países.

Recordemos lo que ha sucedido en Venezuela. Hugo Chávez se hizo con el poder ofreciendo solucionar los problemas del pueblo. Ejerció una dictadura absolutista (igual o peor a las monarquías verdaderas) en forma vitalicia, por su única voluntad, hasta el día de su muerte y, como si eso fuera poco, dejó de herencia el poder a quien le dio la gana, el impresentable Nicolás Maduro quien, a su vez, ha resuelto perpetuarse en el poder posiblemente hasta su muerte y dejarlo en herencia a quien él crea conveniente, de manera similar a lo que hacían y hacen los monarcas cuando resuelven “abdicar”. Y mientras tanto Maduro irrespetó a las leyes, usufructuando los recursos del país como seguramente ni los monarcas verdaderos lo han hecho.

El caso de Daniel Ortega es similar. Se alzó con el poder bajo el pretexto de rescatar una democracia que no ha sido restituida. En Nicaragua país se hace su voluntad con el respaldo incondicional de sus fuerzas armadas. Mediante recursos ilegales encarcela e inhabilita a quienes son opciones electorales. Para semejarse más a las monarquías, cogobierna con una especie de “reina”, esa ignara y detestable Rocío Murillo. Hay que esperar para ver hasta cuando querrá ejercer ese poder absoluto y a quien designa como heredero.

El caso de Cuba en peor quizá. Fidel Castro se constituyó en monarca pues controlaba de manera total al supuesto parlamento, hacía su voluntad sin restricciones, impuso la pena de muerte para eliminar todo tipo de oposición, convirtió a la desventurada isla en una gigantesca cárcel sin permiso para salir a casi nadie y los que querían hacerlo debían exponer la vida al fugar, generalmente por mar. Designó como heredero en el poder a su hermano Raúl y éste a su vez designó a Miguel Días Canel, aunque por las apariencias hubo “ratificación” de un Parlamento servil. (O)