El crimen de Maribel Castillo, perpetrado la semana anterior, debe ser investigado hasta dar con el o los autores, cómplices y encubridores.
Cuenca, una vez más, vuelve a conmocionarse al conocer, primero la desaparición de la mujer; luego su asesinato, cometido con saña y alevosía.
La Policía y la Fiscalía cumplen su trabajo. Como en cualquier otro asesinato, la celeridad permitirá detener al criminal, acopiar todas las pruebas para presentarlas ante el juez, plantear el proceso penal, y el posterior castigo según lo establecido en el Código Integral Penal. Ojalá se considerado como femicidio.
Según la necropsia, la causa de la muerte de Maribel fue por asfixia al ser estrangulada, luego rematada con un golpe en la cabeza. Se presume con una piedra; luego abandonado su cadáver junto a una vivienda deshabitada en la ciudadela El Rosal, un sector urbano-rural de Cuenca.
Eso probaría la saña del criminal, presuntamente quien, días después de haber sido reportada la mujer como desaparecida, compareció de forma libre y voluntaria ante la Fiscalía para rendir su versión. Luego desapareció.
Con esa persona, la víctima habría estado en el último momento para abordar un taxi, un enigma a resolver por los investigadores, pues se ignora si lo hizo o no.
El referido asesinato podría no ser un caso mediático en la magnitud del ocurrido tras el perpetrado en contra de María Belén Bernal; pero esto, absolutamente en nada debe opacar, peor callar, las múltiples voces para reclamar justicia y, por consiguiente, la aplicación de la ley.
No solo Cuenca, el país entero, han puesto sus ojos en la administración de Justica. La indignación es total, como siempre lo ha sido ante cualquier hecho de violencia cometido en contra de la mujer, peor, mucho peor, si es asesinada.
El caso no quedará impune, dice el fiscal del Azuay, Leonardo Amoroso. Lo prometido es deuda.