Los adultos pensamos que los juguetes son “solo para divertirse”, olvidando que con ellos los niños aprenden destrezas, desarrollan conocimientos e imitan el mundo social. Los padres creen que al comprarlos se guían por el gusto del niño, cuando en realidad no existe una afinidad innata hacia cierto tipo de actividades dentro de un género; por el contrario, los infantes absorben la información por el tratamiento diferente a varones y mujeres y así aprenden rápidamente los roles “apropiados” dentro de su grupo social.
De los 3 años en adelante, se ve la tendencia a comprar juguetes sesgados por género (para varones carritos, pelotas, superhéroes; para mujeres muñecas, accesorios de cocina, de belleza), negando a los ñiños/as el acceso a roles no ensayados en la infancia. Los padres evitan comprar juguetes “femeninos” para varones, para impedir su “feminización”; en realidad, esto hace que el varón no desarrolle características beneficiosas para él, como la ternura, el cuidado, actividades como las domésticas o la crianza de los niños.
Los adultos con ideologías de género tradicionales tienden a expresarlas sobre todo al escoger los juguetes de niñas, preservando la feminidad tradicional de la “buena mujer” (abnegada, sacrificada, maternal, doméstica y sometida). Esto proyecta a las niñas en roles muy tradicionales y les impide identificarse con características supuestamente “masculinas” como el ser científico, explorador, y curioso.(O)
