La insolencia del centralismo persiste en su postergación a la Provincia del Azuay; solamente en épocas de elecciones hay ofrecimientos y halagos que luego son olvidados.
La postergación ha pretendido ser justificada por los gobiernos con la excusa de que no hay dinero. Pero sí lo hay para pagar a los ineficientes Ministros y Asambleístas. El país sabe cómo se permiten los negociados en las aduanas, y se tolera la evasión de impuestos a las grandes empresas.
Es una afrenta la situación vial del Azuay y no puede continuar como hasta ahora pues impide el desarrollo del país para salir de la situación de pobreza a que nos han conducido la corrupción y la ineficiencia. No tenemos un buen aeropuerto y las compañías de aviación nos sirven apenas. Nadie ha dicho algo para que se restablezca el ferrocarril. No hay una carretera en condiciones aceptables, son pésimas, todas ellas: la Durán Tambo, la Panamericana Norte, la Cumbe-Pasaje, las vías al oriente. La Cuenca-Naranjal malísima igual la vía a Loja, las intercantonales e interparroquiales, etc. ¿Cómo se puede pensar en fomento adecuado para el turismo si la gente no tiene cómo venir, con facilidad y comodidad, ni por tierra ni por aire? Las carreteras al Austro están interrumpidas ahora y la mayor parte del año.
En muchas de las áreas rurales no hay ni siquiera servicios de agua potable ni de letrinas. Las escuelas de las áreas rurales y muchas urbanas, carecen de lo más necesario, algunas siguen sin funcionar por la falta de profesores. Las tales “Escuelas del Milenio” fueron otro atraco más del infame correato. Nuestros hospitales y centros de salud carecen casi de todo; la justificación de sus administradores, y en la que nadie cree ya, es que tienen un 80 a 85% de fármacos e insumos en sus bodegas. Se hace pues indispensable una actitud decidida, sin contemplaciones con este gobierno descortés e incapaz que nos considera provincia de tercer orden. Debería hacerse un frente común para luchar por todo cuanto necesitamos. Nuestras autoridades deberían dejar la política tradicional de congraciarse con el gobierno y permanecer humildes frente al abandono. Es la hora de reclamar con energía lo que en justicia merecemos. (O)