La retrospectiva se ha vuelto una herramienta para que los artistas regresen a sus inicios, para que regresen a un pasado que les muestre el camino que han tomado. Y, sobre todo, para ver el presente, para mirar en lo que se han convertido. Por lo menos así lo ve Jorge Chalco, el pintor cuencano que, si bien no necesita una presentación, ha vuelto a los espacios expositivos para mostrar de qué está compuesto artísticamente.
Y para eso basta su amplía obra que, en esta ocasión, conforman “La profundidad de la imagen”, una muestra que ocupa los tres pisos de la Galería OFF.
En su nueva exposición, Chalco optó por mostrar todas las etapas por las que ha pasado como pintor. Desde sus principios, cuando pintaba a las bandas del pueblo, a los curanderos, a las vacas locas y los castillos, pasando por la serie que lo catapultó en Ecuador y el mundo, hasta sus últimos trabajos inspirados en la Cueva de los Tayos.
Y es que el pintor cuenta con un bagaje abundante con el que puede exhibir el camino andado en sus 56 años como artista.
De lo real a lo abstracto
El espectador tiene la oportunidad de mirar las pinturas de gran formato de Chalco que empezaron a ser exhibidas hacia finales de los setenta. Esta primera etapa, que él la llama “I Lo real maravilloso”, contiene las fiestas populares del Ecuador y a sus personajes que todavía son seres humanos.
Pero también, como parte de la exhibición, está el cambio sustancial en la obra: de lo real a lo abstracto, de la deconstrucción del cuerpo, de los colores amarillentos y azules y rojos.
Para Chalco, esta etapa que se dio entre los ochenta y noventa, y que ha sido llamada “Vibraciones internas”, es especial, ya que lo mostró al mundo. Por ejemplo: gracias a la transformación de su trabajo, él ganó el Gran Premio Mariano Aguilera y el II Premio del Salón de Julio.
“Tenía una necesidad de cambiar, de hacer una transformación, de que el público piense un poquito más cuando vea mi obra, y entonces distorsioné a la figura humana. Luego la destruí a la figura, que ya no sea real”, contó el pintor a diario El Mercurio.
Tras ese cambio llegó otra serie: “Migrantes y corruptos”. El feriado bancario y la migración exponencial que hubo en Ecuador a finales de la década de los noventa también llegó al arte de Chalco.
Banqueros vomitando dinero, los migrantes cumpliendo con un trayecto para alcanza mejores días y los posibles salvadores sobre caballos como en los cuentos de hadas fueron los protagonistas de una etapa que culminó con la llegada de “Imágenes profundas”.
En Imágenes profundas, en cambio, se ve a un Chalco inspirado en su transformación hacia el veganismo y el yoga.
El paisaje
Por lo menos en la última década, Jorge Chalco ha tenido una conexión con la naturaleza que se ven en los paisajes. Esto empezó una vez que tuvo la oportunidad de permanecer 15 días en el Yasuní. Cautivado por tremendo espacio, cuando volvió a Cuenca empezó a retratarlo.
Las obras de gran formato volvieron a acoger la naturaleza no solo del Yasuní. En la pandemia, luego de visitar la Cueva de los Tayos, se dedicó a pintarla. Este último trabajo es lo más reciente que ha pintado el cuencano.
“Volví a dibujar y a pintar seres humanos en mis últimos trabajos, como en mis principios, cuando empecé. Lo hice porque quería saber si no me había olvidado de cómo era dibujar el cuerpo”, dijo Chalco.
El espectador tendrá la última palabra y el veredicto final para decidir si Chalco se ha olvidado. Para ello contará hasta este 23 de junio; para ver las obras de un pintor que a sus casi 73 años busca mantener y compartir su trabajo con la ciudad que lo vio nacer y trabajar. (I)