La ciencia es una de las formas culturales que ha producido algunas de las mayores transformaciones civilizatorias en la historia. La investigación científica, que permite elucidar las relaciones de la materia en sus diferentes expresiones, permite la elaboración de objetos que son el resultado de ese conocimiento aplicado y que son utilizados en todos los ámbitos de la vida en sociedad.
La ciencia aporta con el descubrimiento de principios y leyes que rigen al mundo físico y que sirven para el diseño y la construcción de máquinas, artículos y sistemas. Las pequeñas y las grandes obras humanas relacionadas con estructuras físicas de todo tipo, son el resultado de la aplicación de la ciencia que tiene como objetivo la descripción del funcionamiento de la materia y de las conexiones que se dan entre sus componentes.
Existen diferencias entre ciencia y tecnología. La primera analiza y describe las relaciones de la materia y la segunda aplica en la práctica ese conocimiento para la producción de herramientas, máquinas, objetos diversos y productos que sirven en la cotidianidad.
Las ciencias duras, exactas u objetivas, como la física, química, geología o astronomía, usan métodos estrictos de observación, recopilación de datos y experimentación, que les permiten obtener resultados fiables. La inteligencia artificial es uno de los productos más espectaculares de la conjunción de una serie de disciplinas científicas para la elaboración de sistemas informáticos que imitan las capacidades intelectuales humanas y van más allá de ellas, situación que representa un significativo avance tecnológico que incide en todos los aspectos de la vida en sociedad.
Las ciencias sociales utilizan métodos que tienen alguna relación con los de las ciencias objetivas, con la diferencia de que su objeto de estudio es la comprensión de las relaciones en las sociedades humanas y el comportamiento de la gente en espacios culturales, políticos, sociales o económicos. Forman parte de las ciencias sociales la antropología, la psicología, las ciencias políticas, la economía, el derecho, entre otras.
Los conocimientos de las dos formas científicas pertenecen a la historia de la cultura y se encuentran directamente relacionados con el uso de la razón aplicada al entendimiento del mundo físico y a la comprensión de los fenómenos que se dan en la sociedad en sus diferentes ámbitos. El ser humano siempre ha intentado entender y comprender su entorno y la vida misma, lo que le ha impulsado a crear nuevas posibilidades y también le ha permitido construir una cultura dibujada en gran medida por los aportes de las ciencias objetivas, las tecnologías y también por las ciencias sociales.
Existen, por supuesto, otras formas culturales, como las relacionadas con el arte en sus diversas expresiones, la filosofía, la literatura, las religiones y las creencias dogmáticas sobre la vida, que producen enfoques diferentes y son complementarias con las científicas y tecnológicas. Las acciones humanas conectadas con la ciencia y con la tecnología, encuentran en la reflexión espiritual y moral al fundamento o referente filosófico indispensable para orientar su desarrollo y velar por su correcta aplicación, orientada a proteger la dignidad de las personas y la vida en todas sus expresiones.
La producción científica y sus aplicaciones tecnológicas están amparadas por las estructuras sociales encargadas de regular la convivencia humana, pese al permanente e histórico debate moral sobre las posibilidades positivas o negativas de su aplicación. La perspectiva pesimista del uso de la ciencia se encuentra en la cultura universal de todos los tiempos, también en la literatura, siendo uno de sus ejemplos destacados la novela “Un mundo feliz” del inglés Aldous Huxley, que plantea una sociedad dominada por la ciencia y la tecnología y la deshumanización del hombre controlado por los sistemas tecnológicos. También el cine recoge esta desesperanza en un sin número de sus producciones, como “2001, odisea del espacio” o “Blade runner”, que las menciono a modo de ejemplo.
La política global que se origina en las organizaciones internacionales como la ONU, la UNESCO y otras, a través de una serie de pactos, declaraciones o recomendaciones, promulgadas oficialmente, defiende el valor de la ciencia y exhorta a protegerla e impulsarla en consideración a los grandes beneficios que representa para la humanidad por la infinitud de sus aplicaciones positivas, reconociendo la importancia definitiva de la ciencia para la consecución de los objetivos de la humanidad frente a los desafíos globales.
La Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, resalta la necesidad de fortalecer las capacidades científicas y tecnológicas en todos los países del planeta, promoviendo la investigación y la innovación. La ciencia es considerada como esencial para mejorar las condiciones económicas, combatir la pobreza, proteger el medio ambiente y mejorar la salud y la educación. Además, se promueve la colaboración internacional, la protección del patrimonio científico y la educación científica.
Desde la perspectiva internacional, uno de los documentos históricos producidos por las Naciones Unidas, en las décadas de los sesenta y setenta del siglo anterior, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, plantea que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen como fundamento al reconocimiento de la dignidad intrínseca a todos los miembros de la familia humana y de sus derechos iguales e inalienables; y, que ese ideal de ser humano, liberado del temor y de la miseria, solo puede realizarse creando condiciones materiales y culturales que permitan a cada persona gozar de sus derechos.
Se relaciona directamente el pleno ejercicio de los derechos de las personas con la conservación, desarrollo y difusión de la ciencia que contribuye con el mejoramiento de las condiciones de vida. Además, el Pacto reconoce que los Estados Partes se comprometen a respetar la libertad para la investigación científica a nivel global, porque comprenden los beneficios que se derivan del fomento y desarrollo de la cooperación y de las relaciones internacionales en cuestiones científicas.
El Derecho Internacional Público, que se fundamenta en los Derechos Humanos que reconocen la dignidad de todos los miembros de la familia humana, es el resultado de la voluntad conjunta de los países del mundo, que unidos reflexionan y deciden jurídicamente el camino que la humanidad debe seguir para alcanzar los vitales objetivos de supervivencia colectiva y proyección al futuro. Esas definiciones legales forman parte de las legislaciones nacionales y, desde la clara conexión del derecho internacional con el derecho interno -no siempre asimilada localmente- la libre investigación científica debe ser apoyada nacionalmente por los beneficios que representa para la población local y para toda la humanidad, claro, siempre en el marco del respeto a los Derechos Humanos y a la dignidad de las personas.