La semana pasada escribí sobre el poema sinfónico del francés Camille Saint-Saëns llamado Danza Macabra (puede leerlo en la emisión digital). Esta obra, armoniza instrumentos musicales para evocar una superstición de la muerte. Hoy, la magia del hecho musical exquisito pasó a ser un escenario cercano y real. Los acordes misteriosos dejaron las pantallas artísticas e invadieron las pantallas periodísticas, y es entonces cuando nos damos cuenta de que el verdadero sonido del terror, el ataque, o la muerte, no tiene ritmo ni armonía, y que la melodía se transforma en ruido, ese que es estruendoso, aunque se grite en silencio.
Es una danza macabra de quienes reprueban los valores universales y nos dan momentos lúgubres. Macabro plan de quitarnos paz, seguridad y comunidad. Sin embargo, ahora hay una compasión generalizada. El Diccionario de la Real Academia Española dice: “compasión es el sentimiento de pena… y de identificación ante los males de alguien.” Pero Oxford Languages complementa esto con “sentimiento de tristeza…[a]l ver padecer a alguien y que impulsa a aliviar su dolor o sufrimiento, a remediarlo o a evitarlo.” La compasión es aún más grande que la indignación, no nos tiene como meros espectadores a lo que sucede. Nos lleva a reflexionar, ayudar y actuar.
Y entonces, ¿cuál es nuestro rol en esto? Podríamos empezar por revisar el ejemplo que damos a los demás, y si usted tiene hijos o nietos, es a ellos a quienes hemos de preparar y amar. Podemos ser valientes, podemos gritar y protestar (y se agradece a quienes han dado su voz a los que no la tienen), pero una acción directa con nuestros niños sin duda cambiará el mundo.
Las semillas de amor y valores, se siembran en nuestras vidas desde que nacemos. Como padres somos los encargados de inculcar cada creencia, virtud y principio en ellos. Sí, la creencia también, y si se basa en la fe aún mejor porque nos da esperanza, esa de legar a nuestros hijos un mundo seguro con aspiraciones de integridad, altruismo, trabajo digno, honestidad. Por ellos luchamos y hacemos que los ideales se hagan realidad, que los valores de justicia y libertad abunden. Con ellos trascendemos y lo que les demos a ellos, aliviará y remediará esa danza macabra de dolor actual hacia una danza en la luz del bien. Ahí puede iniciar. (O)