Urbe trazada con damero, la bella CUENCA DE LOS ANDES, joya incrustada entre montañas hirsutas de andina génesis, y bañada de cuatro ríos mayores que la visten de perladas aguas con sabor a roca de los páramos, en donde el sol despierta con el amor de acariciar a la llanura como el cielo brindándole donaire, con sus oficios y tradiciones que la tornan suelo de cultivo de bondades artísticas, humanas, universitarias, turísticas, y un seductor entorno con arquitectura mestiza, algunos ribetes de afrancesamiento, sus puentes de vinculación entre vados y meandros, con ríos adornados de hermosos colibríes que conocen su tierra con óptica aérea y melífero gusto sobre suelos de genética cañari, donde se cultiva el maíz para el mote morlaco y es el crisol de poemas y canciones que nos dan identidad y alegría.
Hoy que atravesamos un deciduo tiempo y que ansiamos la presencia de lluvias para siembras y engendro de vida, para contar con la maravillosa agua cuencana, para disfrutar del petricor dueño de aroma de adobe húmedo y para ver vestidas a nuestras colinas con el verde clorofílico y el cinetismo biológico.
Ciudad del pan horneado con leña y humo, en Todos Santos o en El Vado, y elaborado con hábiles manos que dan vida, sabor y alimento al molido trigo. Ciudad fotogénica que siempre muestra un rostro alegre y elegante, con donaire y amabilidad morlacas, con cúpulas de iglesias, distinción arquitectónica y muy particular amabilidad del cuencano hacia el turista que nos visita.
Ciudad con gastronomía identitaria, de rasgos exquisitos para atrapar paladares y gustos refinados. También mágicas manos de artesanos que han permitido calificar a nuestra urbe como la Capital Mundial de la Artesanía. Protagónico ha sido el papel desempeñado por el CIDAP (centro interamericano de artes populares).
Caminemos nuestras calles, parques y plazas para descubrir una HERMOSA CIUDAD, que la debemos proteger, vestirla con árboles y flores, limpiar sus ríos y reforestar con especies nativas. (O)
