Así se conocía a nuestra ciudad y al Ecuador.
Pero ahora en las noticias que se difunden la crónica roja es permanente.
Alguna vez en un recorrido por ciudades de otros países llamó la atención escuchar o leer muy poco de los hechos o acontecimientos nuestros, preguntamos el porqué de tal situación y respondieron que realmente las noticias en mayor proporción destacaban los hechos positivos o negativos de incidencia global que en gran medida correspondían al listado de la violencia, guerras y conflictos o delitos de orden económico que afectaban al mundo, los crímenes de lesa humanidad o los suscitados por las mafias. Pero como el Ecuador de esos años, los setenta al noventa del siglo XX no era víctima cotidiana de esos desafueros no constábamos en los espacios del periodismo ni de la televisión internacional, pero sí cuando algo de trascendencia cultural o política acontecía como las obras de Guayasamín o la estabilidad institucional entre 1948 a 1960 con los gobiernos de Plaza, Ponce y Velasco en contraste con las turbulencias de los años 95 al 2000, remarcando la seguridad económica lograda con la dolarización.
Hoy, la situación es muy opuesta, se hace noticia local e internacional por la sinrazón de la inseguridad institucional y la corrupción dominante como nunca antes de la década siniestra que carcome las funciones del estado y la potestad de la narcopolítica, el absurdo constitucional de la ciudadanía universal cuando ningún otro estado la reconoce o porque un demente asume llegar de las estrellas para destruir el mínimo de pulcritud y sensatez que aún quedaba en la función judicial por la tumoral existencia del CPCCS y más productos de la Constitución del 2008.
Esta es la realidad por la que somos noticia pero que demuestra que la isla de paz ya no existe. (O)
