Cuesta creer que hay personas carentes de ideologías políticas, pues siempre habrá pensamientos alta o vagamente críticos respecto a las formas de gobernar y de convertir el arte de la política en un ejercicio democrático para el bien común y de allí la aceptación el rechazo o la inercia; distinto es el partidismo, donde la correspondencia de los anhelos políticos es claramente posicionada por líderes, adeptos, filosofías políticas, slogan, colores, números y demás.
Similar ocurre con la religión, una diversidad de creencias y prácticas espirituales que definen una particular relación con la divinidad, lo sagrado o lo supremo; así mismo, distinto a ello, son los ateos o agnósticos ante una deidad. Tal como la inclinación política hay quienes prefieren una relación con un todo poderoso, más no una religión.
Un juego de palabras y conceptos que dejan ver que todos somos propensos, probablemente y en equivalente grado a los pasatiempos y a aquellos hábitos que son parte de nuestra identidad; sin embargo, entre lo uno y lo otro, entre la política y la religión, se ven tantos escenarios que ni una obra de teatro con varios actos, se podría comparar.
En fin, entre el pensamiento, la conducta y la conveniencia, hay mucha tela que cortar. (O)