Último día del año y hacemos la lista de buenas intenciones y promesas con nosotros mismos, cargadas de buenas vibras; hacemos limpias de florecimiento, prendemos velas de lavanda, leemos el pronóstico del zodiaco y nos proyectamos a un futuro maravilloso.
Pero poco o nada miramos hacia atrás; queremos empezar un nuevo año de cero, como si todo lo hecho desapareciera por arte de magia. Algo parecido a lo que pasa con cada cambio de gobierno; arrancar sin mediar lo que arrastran de malas decisiones, inversiones y amarres.
El país termina el año hundido hasta lo más profundo de corrupción: la lista de jueces, fiscales, altos mandos de policía, decisores políticos embarrados hasta el cuello y, mientras más se sabe, más nos preocupamos, ya no sabemos en quién confiar y comprendemos porqué la justicia es tan ineficiente.
El nuevo gobierno, contrario al horóscopo, es poco o nada favorecedor en lo que al futuro inmediato se refiere. En el primer mes se aprobó la Ley de Eficiencia Económica, lo cual, deja más dudas que claridades, perdonando el pago de intereses a las empresas más grandes del país y las que más deben; es obvio a quién busca favorecer.
Espero que este 2024, las promesas por un país más seguro, productivo y libre de violencia se cumplan, porque a diferencia de las promesas personales, de estas depende todo un país que está más desesperanzado que nunca. (O)
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