Hace 5.000 años, en lo que ahora es Irak, hay quienes argumentan que se originó el dinero, lo inicial fueron los gramos de plata o la cebada en la vieja Mesopotamia.
Don Francisco de Quevedo, es autor de la letrilla satírica, “Poderoso caballero es don dinero”, escrito alrededor de los años 1620 y que lo podemos aplicar; ayer, hoy y siempre. Hoy cuando el materialismo invade las fibras íntimas de la sociedad, cuando se lava o blanquea dinero a cualquier precio, cuando la vida no tiene valor y toda gira a su alrededor. Hoy, cuando se puso precio a todo, cuando nos hemos convencido que con el dinero se puede comprar todo, aún lo espiritual, la paz, la alegría o la salud. Qué ironía, el mundo vive su agonía porque cambiamos el aire, y el agua, el árbol o el canto de las aves con el vil metal. Se armaron las guerras y se generó indigencia. Surgió el llanto de los niños y creció el fatuo poder, se comercializaron las drogas y se llenaron los bolsillos de la miseria humana. El dinero es potente y hace iguales al pobre y al rico, da autoridad al peón y al jornalero y hace selección de amistades a punto de hasta desterrar al natural y hacer propio al forastero.
Antaño se cultivaron los valores, que dignifican al ser humano. El Hogar hacía honor a su significado y tenía sentido educar con formación moral y de servicio. Y además de lo citado, genera bienestar emocional, interviene en la democracia y el exceso tergiversa la verdad con lo cual gesta la degradación humana, así valora más a la tecnología que al humano. Fácil caer en la idolatría del dios materialista, patrón de fatuidades y al mismo tiempo omnipresente, gestor de guerras y toda miseria humana. El dios se llama dinero y su religión es el capitalismo ciego y destructor. El dinero genera agonías y otorga alegrías. También pervierte a todo humano y es malo carecer de él, más es patológico poseerlo en exceso y brindar culto al dios Mammón, término arameo que habla del dios de la avaricia, codicia y la opulencia. (pleonexia). (O)