Dos años ha, cuando se daban nombres para la candidatura al Premio Nacional Eugenio Espejo, distinción a favor de personas u organismos públicos o privados que se destacan en el ámbito cultural del país, nos sumamos al del artista cuencano Bolívar Sarmiento Regalado, no por chauvinismo provinciano sino en consideración del reconocimiento nacional e internacional a sus dotes de artista melodioso. Deplorablemente como estos galardones cuentan con padrinazgos en los palacios y en los círculos del poder de la cultura, la propuesta quedó simplemente en intención.
Excelente fue la iniciativa del presidente Guillermo Rodríguez Lara, quien, en 1975 con motivo del Día de la Cultura, creó este galardón, el cual ha ido reformándose hasta quedar en la entrega bienal (no bianual: lo que ocurre dos veces al año) para las actividades cultural y artística, literaria y científica. Se presentan ternas a un Comité de Selección y éste al presidente de la República, que finalmente ventila. Y, ¡qué curioso!, se concede a personalidades de edad avanzada, es decir, para que la retribución económica sirva como un óbolo para las contingencias de enfermedad e invalidez; y, las más de las veces, ha sido premonición del deceso del galardonado.
La educación y la cultura deben fortalecer las condiciones de la materia y del espíritu para ir en favor de la sociedad-mundo hacia una aldea global, en donde se permita el crecimiento humano con sentido, con proyectos de vida, con valores y aspiraciones, deseosos de significado y de proyección en creaciones y acciones. Uno de los cultores del alma sublime ha sido Bolívar Sarmiento Regalado, un embajador de la música clásica y de la nuestra en escenarios muy exigentes de América, Europa, India y Australia, país este último en donde se perfeccionó por muchos años.
En la cumbre de su actividad, un sino le juega una mala pasada al artista de voz y guitarra excepcionales, al virtuoso ciudadano que ha dado nombre a la ciudad y el país. Hoy Bolívar necesita de la solidaridad, con oraciones de los que tienen fe y con éstas y donativos económicos de los demás, con el fin de dar batalla en el escenario de su cruel enfermedad. Cuando nos unamos solidariamente, con actitud generosa, de desprendimiento total, cuando participemos y cooperemos con él, personas e instituciones, veremos surgir en nuestro interior esa energía insospechada y una singular alegría, sentimiento tan bellamente descrito por Bergson, cuando dijo que éste “anuncia siempre que la vida ha triunfado”. (O)