Hoy el país se ve una vez más dividido por un discurso político que únicamente responde al poder económico. Es alarmante leer en redes sociales los mensajes de odio, cuestionamiento o desacreditación que las personas hacen respecto a la demanda y exigibilidad de derechos humanos por parte de colectivos que los defienden.
Por un lado, el Movimiento Justa Libertad que solicitó a la Corte que elimine el delito de aborto en el país, básicamente por el derecho a decidir y porque no quiere más mujeres privadas de la libertad, ha sido atacado por una ola de fundamentalismos, tachándolo de asesinas y extremistas.
Por otro lado, frente a las represiones de policías y militares a comuneros del Chocó Andino que defienden su territorio y la naturaleza de las empresas mineras, las reacciones se ensañan con llamarlos un peligro social, reaccionarios que se niegan a que el país aproveche las riquezas que tiene.
Yo no entiendo el afán en criminalizar la defensa de derechos humanos, en repetir un discurso que viene de los sectores a quienes los impuestos y el alza de precios no afecta. Ahora los movimientos sociales debemos estar más unidos que nunca, porque la principal amenaza son los discursos de odio repetidos en las voces de aquellos que se ven privados de sus propios derechos. (O)
Un llamado a la unidad
Hoy el país se ve una vez más dividido por un discurso político que únicamente responde al poder económico. Es alarmante leer en redes sociales los mensajes de odio, cuestionamiento o desacreditación que las personas hacen respecto a la demanda y exigibilidad de derechos humanos por parte de colectivos que los defienden.
Por un lado, el Movimiento Justa Libertad que solicitó a la Corte que elimine el delito de aborto en el país, básicamente por el derecho a decidir y porque no quiere más mujeres privadas de la libertad, ha sido atacado por una ola de fundamentalismos, tachándolo de asesinas y extremistas.
Por otro lado, frente a las represiones de policías y militares a comuneros del Chocó Andino que defienden su territorio y la naturaleza de las empresas mineras, las reacciones se ensañan con llamarlos un peligro social, reaccionarios que se niegan a que el país aproveche las riquezas que tiene.
Yo no entiendo el afán en criminalizar la defensa de derechos humanos, en repetir un discurso que viene de los sectores a quienes los impuestos y el alza de precios no afecta. Ahora los movimientos sociales debemos estar más unidos que nunca, porque la principal amenaza son los discursos de odio repetidos en las voces de aquellos que se ven privados de sus propios derechos. (O)