Tal vez la fascinación que algunos tenemos con el agua es consecuencia de ser nativos de una ciudad atravesada por cuatro ríos y su cercanía a muchas lagunas, sin contar con todo lo jugado bajo la lluvia o en charcos y acequias cuando niños, o tal vez será la huella dejada desde el origen mismo de la vida al flotar en el líquido amniótico, lo cierto es que independiente de los motivos individuales, o tal vez precisamente por ellos, es una alegría descubrir que el agua tiene un efecto casi mágico en nuestro estado de ánimo y bienestar.
Varios estudios han demostrado que pasar tiempo cerca del agua, ya sea en la naturaleza o incluso en un entorno urbano, puede tener beneficios significativos para nuestro cuerpo y mente, de hecho, se ha encontrado que los sonidos del agua tienen mayor efecto positivo sobre la salud mental en comparación con otros sonidos naturales como el canto de los pájaros o el soplar del viento; también se ha encontrado que observar agua al aire libre durante apenas dos minutos hace que disminuya la presión sanguínea y el ritmo cardíaco, y aumente el nivel de relajación (Coss y Keller, 2022).
En su libro «Blue Mind», Wallace J. Nichols explora cómo estar cerca, en o bajo el agua puede hacernos más felices, más saludables y mejores en lo que hacemos. Nichols explica que el agua induce un estado meditativo, reduciendo el estrés y la ansiedad, y que el simple hecho de observar el movimiento del agua, escuchar su murmullo constante o sumergirse en ella puede reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y aumentar la liberación de serotonina, que nos hace sentir más felices.
Con lo dicho, en estas vacaciones el disfrutar del agua en todas sus formas puede ser justo lo que nuestra mente y cuerpo necesita. (O)