En un momento determinado, la filosofía fue considerada la ciencia de las generalidades, y los filósofos, sus expertos. Las necesidades de fundamentación disciplinar y metodológica han cedido a la fiebre positivista y ahora hay acuerdo en que la filosofía no es una ciencia, aunque ello no le ha impedido seguir usando la razón como su herramienta fundamental, donde la lógica no ocupa todo el espacio, también lo hace la poesía. De igual manera parece haber menguado el interés de la filosofía por la búsqueda de la verdad. Al contrario, frecuentemente cuestiona la “verdad”, la interpela, la descompone la critica. Y qué decir del saber. La filosofía, siendo pensamiento sobre el pensamiento, relativiza el saber. Es decir, al abrir los espacios de la duda, permite el aparecimiento de la imaginación, la conjetura, la especulación. Este camino con justicia puede ser entendido como el camino del no-saber, y sin embargo es fundamental para el conocimiento y reconocimiento del mundo. Sin preguntas no se produce ni la enseñanza ni el aprendizaje, sin preguntas el mundo simbólico se esclerotiza. Una sociedad con pocas preguntas es una sociedad decadente y que paradójicamente habita en la incertidumbre. Ha perdido la certeza de que lo único que sabe, es que no sabe. (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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