Asedia la presión interna e internacional contra del presidente Nicolás Maduro, cuya respuesta es más intolerancia, más leyes represivas, más persecución y encarcelamiento de sus opositores.
Sus pares de Colombia y Brasil, parte de su misma línea ideológica, le piden repetir las elecciones, una petición rebatida por la líder de la oposición Corina Machado.
Ella, como miles y miles de sus compatriotas, exigen, desde el día mismo de las elecciones, la exhibición de las copias de las actas de votación, el único testimonio para registrar el triunfo o de Maduro o de su contrincante Edmundo González, cuyas huestes no dudan de su contundente victoria.
La mayoría de países, entre ellos de Europa; igual organismos internacionales como la OEA, la ONU y el Parlamento Europeo, plantearon similar exigencia.
La presión contra Maduro aumenta. Su gobierno está más aislado. Casa adentro enfrenta marchas multitudinarias, pese a los miles de detenidos y los casi 24 muertos a manos de militares o grupos armados al servicio del Chavismo.
Para varios analistas, como para Machado, repetir las elecciones es irse en contra de la voluntad popular expresada mayoritariamente a favor de González.
El régimen de Maduro, ya bastante deslegitimado, apuesta por querer cansar a la oposición, y desoír o restarle importancia a las exigencias de la comunidad internacional. Además, gobiernos de otros países, no le reconocen como tal.
De repetirse las elecciones, de nada valdría si el régimen persiste en su política de negar la presencia de observadores internacionales, de intentar bloquear las redes sociales, y, lo peor, de controlar el Consejo Electoral, así como otras funciones del Estado como el Parlamento y la Justicia, ni se diga al Ejército cogobernante.
Los gobiernos autoritarios, dictatoriales, no suelen dejar el poder así nomás, y esto lo sabe Maduro. Aún así, la presión no deber amainar hasta no ver el triunfo de la democracia y sus libertades.