Vuelvo sobre la mala costumbre de cambiar el sentido a las palabras.
Los servidores públicos y privados, incluidas las autoridades elegidas o designadas, tienen obligaciones que cumplir, es decir realizan un trabajo por el cual son remunerados.
No cabe que cada vez que alguien cumple con su deber espere agradecimiento, ni que los beneficiarios o usuarios de la obra o servicio al que tienen derecho, sientan que deben agradecerlo.
Cabe relievar el trabajo bien hecho, más cuando es oportuno, eficaz, eficiente, honesto; es justo resaltar los méritos y entrega de tal o cual individuo en el cumplimiento de su responsabilidad, más no agradecer como si fuese una dádiva, ni esperar que se lo haga como si no fuese una obligación.
No pidamos que nos ayuden, a quienes tienen que servirnos y garantizar nuestros derechos, tampoco les agradezcamos cuando hacen su trabajo, porque distorsiona hechos e intenciones.
No más gracias al presidente, alcalde, prefecto, concejales, asambleístas, gerentes, directores, coordinadores, secretarios, rectores, decanos y al innumerable listado de cargos a los que solemos efusivamente agradecer. (O)