Bridget Gibbs Andrade
El astrónomo belga, Adolphe Quetelet, se dio cuenta de que había ciertas épocas del año en que las estrellas fugaces ocurrían con mayor frecuencia en las fechas alrededor de la fiesta de San Lorenzo, celebrado el 10 de agosto.
Aunque no lo sabía todavía, había descubierto a las Perseidas.
Según los cristianos, San Lorenzo es quién da nombre a la famosa lluvia de estrellas. Hacia el año 258 de nuestra era, el emperador romano Valeriano empezó una persecución en contra de los cristianos.
Esta llevó al asesinato del Papa Sixto II y a la captura de varios de sus diáconos, uno de ellos, San Lorenzo.
En una última hazaña, el santo reunió gran parte de los tesoros de la iglesia y los repartió entre los pobres. Esto molestó al emperador y al alcalde de Roma quienes lo condenaron a una muerte lenta y cruel: arder sobre una parrilla de hierro.
De acuerdo a la tradición cristiana, una vez al año, el mártir ofrece sus lágrimas desde el cielo en forma de estrellas fugaces.
Según la mitología griega, las Perseidas reciben su nombre de la constelación de Perseo quien fue hijo de Zeus y de la ninfa Danae.
La leyenda cuenta que un oráculo avisó al rey de Argos, padre de Danae, que moriría asesinado por la mano de su propio nieto. Temiendo el destino aciago, encerró a su única hija en una torre para que no pudiera engendrar.
Pero no contaba con la omnipotencia de Zeus, el dios de los dioses del Olimpo que quedó embelesado con la belleza de la ninfa y adoptó la forma de una lluvia de oro para poder visitarla.
Luego de ese encuentro, quedó embarazada.
Sin embargo, la vida de Perseo no fue relevante tanto por su insólito nacimiento, sino por derrotar al titán Atlas, salvar de un monstruo marino a Andrómeda y matar a la temida Medusa.
Gracias a estas heroicas hazañas, cuando Perseo murió, la diosa Atenea le recompensó convirtiéndolo en una constelación.
Si estas historias han despertado su curiosidad por ver este espectáculo nocturno, recuerden el próximo año que, desde los meses de julio y agosto, especialmente del 10 al 13 de este último, y si las condiciones meteorológicas y lumínicas son óptimas: cielo despejado y alejado de puntos de luz potentes o contaminación asociada a la iluminación de las ciudades, podrán contemplar, en todo su esplendor, a las lágrimas de San Lorenzo o las Perseidas.
Se recomienda observarlas a la hora de la Cenicienta: a las 12 am. (O)