Hay que retornar a la Navidad de sus orígenes que fue de fidelidad y simplicidad, de caridad y solidaridad, de esperanza y redención, tal como nos enseñaron nuestros antepasados, induciéndonos a seguir el ejemplo de Jesús de Nazaret que fue de amor, humildad y servicio a los demás. Si asentimos que hay creencias y valores que se truecan a través del tiempo según las circunstancias, otros como el Advenimiento que encierran valores universales que jamás se mutan.
La llegada del Mesías en este mundo fue un momento histórico de la humanidad, que marca el comienzo de la misión de Jesús para salvar a los de su imagen y semejanza del pecado y de la muerte. En el corto trajinar de su vida legó, entre otras cosas, honestidad e integridad en toda acción y decisión. Con su muerte demostró el amor infinito y sin consideraciones para que sus fieles tengamos vida eterna. Finalmente, con su resurrección dio esperanza y fuerza para enfrentarnos a los desafíos de este mundo, sabiendo que tenemos una vida eterna y una salvación segura, en contra de la corriente de fanáticos religiosos que proclaman la venganza de Jesús al acaecer la muerte.
Hay muchas especulaciones sobre el nacimiento, verbo y gracia, de dónde venimos o cuál es el principio o la causa de la existencia, particularmente del hombre. Este acontecimiento es el comienzo de todo fenómeno o cosa, el inicio de la existencia individual, lo que a su vez se plantea preguntas sobre la naturaleza de la existencia y la identidad individual. Sobre cualquier especulación filosófica, teológica o de otra naturaleza, el nacimiento es un evento que ha sido objeto de reflexión y análisis en diversas tradiciones y disciplinas y que plantea preguntas fundamentales sobre la existencia, la identidad, la conciencia y la relación con el mundo.
Para nuestra cultura o credo religioso, el nacimiento es una ocasión de gozo, una renovación de esperanza, esa hermana siamesa que es la vida. Es creación y toda creación es interior, algo que asoma desde la profundidad del ser, como el amor. Este prodigio singular que el mundo católico festeja desde tiempos ancestrales, hoy se ha visto obscurecido por la publicidad que tributa al mercado, en contra de acercarnos al Portal de Belén que es símbolo de fe y conexión con lo divino.
La trascendencia del hombre se da a través de la descendencia; de ahí que viviré eternamente con la venida de mis generaciones, tal el relevo con Valentina, Flavia y Franquito. (O)