¿Cuán efectivo resultará el debate a efectuarse hoy entre los 16 candidatos a la presidencia de la república, como para cambiar la decisión ya tomada por unos electores, ayudar a resolver a los indecisos, cambiar de parecer a quienes quieren anular el voto o hacerlo en blanco, y hasta de no participar?
Parte del formato es dividir a los 16 en grupos de 8; y esto ya es un pero.
Los temas quedaron listos por parte del Consejo Nacional Electoral a través de su respectivo Comité: Seguridad y prevención del crimen; Eficiencia del Estado y servicios públicos; y, Crecimiento económico y generación de empleo.
Las preguntas correspondientes estarán listas. Se las entregará a los dos moderadores horas antes de comenzar el debate.
En aquellos ejes, ¿se condesan todos los problemas del país? De ninguna manera, si bien apuntan a los más acuciantes. De hecho, los candidatos ya los exponen y, es más, los plasmaron en sus respectivos planes de trabajo entregados al CNE.
¿Cuánto conocen, pero a fondo, sobre esos tres temas los potenciales veedores del debate, cuya discusión, incluso hasta en términos de quién lo ganó, vendrá tan pronto concluya?
El tiempo para responder las preguntas, para las repreguntas entre candidatos, para las réplicas, tampoco es el recomendable.
Pero marcarán la pauta para, al día siguiente, es decir a la hora del pos debate, determinar ciertas incongruencias, mentiras incluso.
Lo más interesante sería establecer si las respuestas de los presidenciables se ajustan a la realidad, como hemos dicho, casi nunca compatibles con las promesas.
La inseguridad, por ejemplo, al ser estructural, de estar enraizada en lo más profundo del tejido social, no pasa por ofrecer combatirla con ciertas entelequias o estrategias como si se tratara de querer domar toros.
Sería bueno medir el estado de ánimo de los electores tras el debate, no tanto el de los enfrascados en la polarización. Después de todo, ¿será un debate o un mero panel?