Sin inversiones, sobre todo extranjeras, el avance del país seguirá empantanado.
Según datos difundidos por analistas políticos y económicos, Perú captó en 2024 USD 16.000 millones por parte de la inversión extranjera directa, y es el doble de la llegada en 2022.
En 2024, Colombia recibió USD 14.200 millones, si bien menor con relación a 2023.
¿Y al Ecuador? Apenas USD 232 millones en 2024. Ni siquiera el 2 % del total de inversiones recibidas por nuestros países vecinos.
Durante los gobiernos de Lenin Moreno y Guillermo Lasso, sendas delegaciones, en algunos casos presididas por los propios mandatarios, expusieron en Estados Unidos y en Europa los grandes proyectos, entre ellos en las áreas petroleras, mineras, de turismo en los cuales los inversionistas privados podían colocar sus capitales.
Al regreso, voceros de esos gobiernos hicieron ilusionar a más de uno; pero en la práctica resultaron un total fracaso.
La inseguridad jurídica, y en estos últimos años, el avance incontenible del crimen organizado, las políticas económicas no tan claras de los gobiernos, el régimen laboral, constituyen, entre otros, los motivos para ahuyentar la inversión extranjera directa.
El gobierno de Daniel Noboa durante su primer periodo de un año seis meses, tampoco consiguió gran cosa en materia de inversiones. Ni siquiera cuando se le vino encima la crisis eléctrica, área en la cual la Constitución prácticamente prohibía los capitales privados.
Y ese es el reto, entre tantos otros, del presidente durante su segundo mandato, recién estrenado.
No es suficiente con ir por el mundo ofreciendo un portafolio de inversiones, cuanto adecuar el marco jurídico y constitucional, comenzado por garantizar el cumplimiento, por parte del Estado, de los potenciales contratos, como lo han hecho Perú y Colombia.
Si no nos vemos en el espejo de estos dos países, el nuestro seguirá rezagado; en términos futboleros, “metiéndose gol en el propio arco”.