Nosotros seguimos debatiéndonos en la pobreza, la inseguridad, la minería ilegal, la destrucción del medio ambiente, la corrupción y el deterioro generalizado, así como también permanecemos en la inclaudicable esperanza por días mejores; la investigación científica de alto nivel en el mundo, avanza vertiginosamente en laboratorios y centros de estudio, sin que pueda detenerse, pese a que algunos podríamos pensar que es necesario hacerlo, al menos en determinados aspectos, para replantear esa dinámica arrasadora.
La ciencia no conoce de paralizaciones y se impone frente a cualquier reflexión que intente frenarla por una razón u otra. El ser humano no va a detenerse nunca en su afán de descubrir y crear, pese a que esos conocimientos puedan ser, además de benéficos, también mortales.
Esta afirmación que puede parecer fatalista, como también pueden ser los vaticinios trágicos del futuro de la humanidad en cuanto a la utilización de la ciencia no solamente para provecho de la humanidad, sino también para su destrucción, bien puede aplicarse a los impresionantes avances de la biología sintética, que diseña y ejecuta la intervención humana en los genes de la vida. Sus aplicaciones benéficas son inmensas, sin embargo, también lo son sus posibilidades negativas.
El mercado global para la investigación científica es multimillonario y el financiamiento de sus proyectos es igualmente cuantioso. Los centros en los cuales esta actividad se despliega están en los países ricos y, el resto del mundo, ve con distancia cada vez mayor sus logros. Esa separación, que ya es una grieta enorme, se incrementa incesantemente.
¿Qué hacer para participar en ese ámbito tan potente? Requerimos que las organizaciones internacionales concreten en acciones específicas las importantes declaraciones que, al respecto, constan en sus textos jurídicos y políticos. A nivel nacional, necesitamos fortalecer significativamente la investigación científica, asignando mayores recursos económicos para ese fin. Las universidades y centros de estudio deben hacer un esfuerzo especial, para fortalecer mucho más su ya importante política de formación de sus investigadores y sus programas de internacionalización.
En principio, el mundo de la alta investigación, está abierto para quienes puedan integrarse. Requerimos estar listos para relacionarnos y trabajar con ellos. Si no lo hacemos, el vertiginoso mundo de la ciencia mundial, se alejará cada vez más y nos mantendremos en la periferia, con las consecuencias que se desprenden de esa condición. (O)