La paz no es solo la ausencia de violencia, es la sensación de tranquilidad y alegría en nuestros corazones.
La Madre Teresa de Calcuta dice: “La paz y la guerra empiezan en el hogar, Si de verdad queremos que haya paz en el mundo empecemos por amarnos unos a otros en el seno de nuestras familias.”
La presencia de la violencia es quizá el principal motivo para que no tengamos paz. Por doquiera andamos estamos terriblemente amenazados por los grandes problemas que a diario se presentan, lo que nos provoca miedo y estrés, y a su vez el miedo y el estrés, afectan terriblemente nuestro organismo.
Los discursos que escuchamos y las manifestaciones que vemos poco o nada hacen para conseguir la paz que tanto anhelamos.
Los especialistas aseguran que los seres humanos somos un manojo de complejo, prejuicio y vanidad, actuando como freno en el desarrollo de la persona.
A través del tiempo y del espacio el hombre se ha ocupado más en perfeccionar científicamente todo cuanto hay en la naturaleza, consiguiendo importantes logros gracias a la biología, física, cibernética, pero hemos descuidado aplicar principios sencillos y éticos en nuestro florecimiento, a sabiendas que en nuestros tejidos y en nuestro corazón hay grandes potencialidades que solo esperan un empleo disciplinado para desarrollarse.
Los estudios del Confucionismo decían: “El pueblo antiguo que deseaba tener una clara armonía moral con el mundo, ordenaba primero su vida nacional; los que deseaban ordenar su vida nacional, regulaban primero su vida familiar; los que deseaban ordenar su vida familiar, cultivaban primero sus vidas personales; los que deseaban cultivar sus vidas personales, enderezaban primero sus corazones. Desde el emperador al hombre común, EL CULTIVO DE LA VIDA PERSONAL es el cimiento para todo.” (O)