Sin duda hay individuos que creen que el cargo que ocupan, el título que ostentan o el dinero que poseen les aportan valía personal.
Hay quienes sueñan con tenerlos porque sin ellos se consideran poca cosa, aunque no lo verbalicen u oculten su baja autoestima tras oropeles. Algunos –muchos quizá- hacen lo que sea para alcanzar su gloria soñada.
Personajes varios hemos conocido con las características señaladas, se rodean de aduladores, posturean a diestra y siniestra, presumen de supuestos atributos en altas voces para escucharse y convencerse, pretendiendo hacerlo también con los que los oyen.
Hay quienes creen que el cargo es eterno, abusando en consecuencia; y otros, ayudan a crear la falsa ilusión, cuando les siguen endilgando el apelativo que creen les da valor, al llamarles presidente, ministro, alcalde, prefecto cuando ya han dejado de serlo; los que así proceden –periodistas, políticos, diplomáticos…-, lo hacen por tradición o cortesía, pero cuando se dirigen así a quien no tiene claros los papeles, sólo contribuyen a envanecerlo.
En nuestro medio, con cargo o ya sin él, con título y más con dinero, vamos sobrados de engreídos. (O)