Desde mayo, la Asamblea ha aprobado leyes que rozan lo inconstitucional, bajo la excusa de enfrentar la inseguridad o controlar instituciones “usadas por el narcotráfico”. En realidad, se legisla al apuro, sin debate ni responsabilidad democrática.
En ese escenario, el foco mediático recae sobre los más jóvenes: un legislador que debió mostrar un certificado de TDAH por dibujar; otra, señalada por usar inteligencia artificial. Se los acusa de infantiles e inexpertos.
El caso de Camila León es ilustrativo: con apenas 20 años, votó en contra de que el Ministerio de Ambiente explique por qué otorgó a Dundee la concesión minera en Kimsacocha. En lugar de representar a su provincia, defendió a la empresa. Luego, para justificarla, la bancada alega que “es muy joven”, que “le falta experiencia”, y atacada en redes sociales por quienes le dieron el voto y por quienes no “con mayor razón”
El problema no es la edad: es la manipulación política. Jóvenes usados como títeres y adultos que legislan sin criterio comparten la misma falta de autonomía. Legislar no es cosa de niños, sino de personas con pensamiento crítico, que lean, se formen y defiendan el bien común, más allá de los títulos que puedan tener. Y ahí, los reprobados abundan. (O)
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