Turbulencias en el Ecuador

La súbita eliminación del subsidio al diésel remeció el espinazo de la república. Sobrevino el alboroto nacional.

Días después, la marcha por la defensa del agua en Cuenca, tan multitudinaria que nadie imaginó su magnitud y su fuerza, puso en su puesto al gobierno en materia ambiental.

Más de cien mil personas coparon calles y avenidas. En teoría, cien mil votos en potencia. Que ningún politicastro niegue que no quisiera cuando menos un cuarto. Que a los avivatos que nunca faltan no se les ocurra integrar un movimiento político y denominarle “Quinto Río”, plagiando la frase escrita con letras doradas. Ya debieran patentarla. Gavélenlos.

El fin del subsidio al diésel, el combustible que mueve la maquinaria de la minería ilegal, las de las narcomafias, las de los contrabandistas que le drenan a través de las fronteras, nos vuelve a los escenarios violentos de 2019 y 2022.

Lo que más debería molestarnos es esa advertencia a provisionaros de alimentos, incluyendo papel higiénico, porque el paro “se irá de largo”, “cueste lo que cueste” y “caiga quien caiga”.

Semejante desfachatez vuelve a ser dicha por los violentos cobijados en una respetable organización, que desde hace rato perdió los estribos, no por sus comunidades integrantes, cuanto por quienes la dirigen, con poco seso como para entender la realidad nacional, comenzando por desnaturalizar el real sentido de la protesta social, y hasta para prestarse al juego de grupos políticos que, no siendo casi nada, ven la oportunidad para inflarse, resucitar o, simplemente, joder,  joder a pretexto de ser pluris, de tener justicia propia, o de tener derechos hasta para incendiar, disparar y luego ser amnistiados.

Ecuador, el país de los desentendimientos, de la ingobernabilidad, de ser fértil para autoritarios, el de los fundamentalismos de toda laya.

En medio de tales trifulcas, asimismo de súbito el decreto presidencial para pedir que se convoque a Asamblea Constituyente, la madre de todas las batallas. Cada cual saca sus propias armas, juega al ritmo del enemigo, y todo el país convertido en Torre de Babel.

De finalmente convocarse, no dejará de ser un bostezo con mascarilla, la ocasión soñada para el desquite y el regreso de las almas en pena.

Una Constitución hecha para un autoritario, busca ser cambiada por otra para ¿provecho de otro autoritario en ciernes?  He ahí el detalle.

Una serpiente cambia de piel para, entre otras cosas, eliminar parásitos. ¿Algo así sucederá en el Ecuador cambiando de Constitución? ¿Serán mayoría los que así lo creen? (O)

Lcdo. Jorge Durán

Periodista, especializado en Investigación exeditor general de Diario El Mercurio

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