Entre las muchas cosas que cambiarán con esta pandemia universal, se halla el amor romántico, tal como lo entendíamos.
Por ejemplo, las parejas de novios antes se decían “¿Recuerdas cuando nos conocimos en aquel baile tan bonito?”, ahora no dirán aquellas palabras románticas, sino “¿Recuerdas que nos conocimos en la cola de espera del laboratorio para hacernos la prueba del Coronavirus?”.
Los novios en pleno éxtasis amoroso solían decirse el uno a la otra “¿Te puedo dar un beso?”. Ahora cuando ese contacto físico es totalmente desaconsejable por el peligro de contagio, las parejas se dirán, desde dos metros de distancia cuando menos, “¿Me permites acercarme con mi respectivo frasco de gel antibacteriano para juntar por un segundo nada más nuestras mascarillas?”.
Antaño, era usual que el novio llevase un conjunto musical con su respectivo vocalista para ofrecer una serenata al pie de la ventana de la amada. Actualmente, como por el toque de queda no se puede transitar por las vías, ni siquiera en plan romántico, a lo más se pudiera llevar una sirena del Cuerpo de Bomberos para que suene como una lúgubre serenata a la novia en cuarentena.
Para el matrimonio, en los tiempos pasados que no volverán, a los novios se les exigía que presenten la cédula de ciudadanía en la que se lea claramente que los contrayentes son solteros. Hoy, además se exigirá de manera rigurosa que los novios presenten una prueba de que son negativos del coronavirus, para de esta manera no contaminar las salas de Registro Civil y no afectar ni a testigos ni familiares que asistan al evento.
En la ceremonia eclesiástica, si la hay, antes de la llegada de los novios, previamente el templo habrá sido desinfectado, incluidas las imágenes y el sacerdote oficiará el enlace con mascarilla, igual que los novios y más asistentes.
Finalmente, para la Luna de Miel, los novios no llevarán trajes de baño playeros, sino aquellas vestimentas antibacterianas, con mascarilla y guantes incluidos, tal como algunas autoridades se visten cuando visitan los mercados. Lo que suceda después no nos incumbe. (O)