El tomate riñón y las frutas frescas nos vienen de Gulán, Tomebamba y Dug Dug, cantón Paute; tomate de árbol, pepinillos y granadillas de Guachapala, del Sígsig traemos las manzanas, duraznos y peras, de Santa Isabel la cebolla y cítricos y los lácteos consumimos de San Fernando. Yo prefiero los delicios quesos de Jima y Soldados. De la zona costanera azuaya nos viene maracuyá, plátano, cacao, sandías y la tilapia.
Curiosamente estas localidades que representan tanto para la seguridad alimentaria de Cuenca y el Azuay tienen una vialidad desastrosa que no ha podido resolver la Prefectura en los últimos 15 años. El riego no se moderniza, aún se construyen peligrosos surcos que desestabilizan los suelos. El apoyo a la tecnificación del agro y el control de plagas es precario careciéndose además de mercados agroecológicos para la venta directa de sus productores, pues los comerciantes son los que obtienen mayor rédito económico a pesar del arduo trabajo agrícola desde que amanece.
En esta cuarentena, especialmente el habitante urbano, ha sentido en lo profundo de su corazón, la trascendencia de la provisión de alimentos, cualquier otra necesidad puede postergarse y más aún en estas últimas semanas en que los productos escasean y suben de precio por cuanto los comerciantes de la costa pagan mayor valor por su calidad y sabor llevándolos a El Oro y Guayas.
¡El mejor homenaje que les podemos hacer al campesinado, luego de esta agobiante crisis, es adquirir los alimentos directamente a ellos en las ferias agroecológicas. Qué las universidades retornen al campo para ayudarles con la agroecología y la agroproducción. La Prefectura y los Municipios del Azuay están en la obligación de atender con prioridad al campo en vialidad, infraestructura sanitaria y equipamientos básicos pues nuestros hermanos trabajadores y bondadosos lo merecen!