OPINIÓN│
En el cautivante mundo de la ficción hay hadas que, varita mágica en mano, solucionan los problemas y curan todo, superando el confuso universo de la medicina. Para bien o para mal vivimos una realidad en la que males y bienes se suceden, sembrando los espíritus de goces y molestias. El extraño Covid-19 ha mostrado que ni en los países más ricos hay gobernantes con esta varita. Muy cómodo es inculpar a otros con tono “trumpudo” que acusa a China para cubrir su ineptitud en cercanas elecciones.
Lo evidente es que este virus no hace concesiones y agrede a ricos y pobres. Los gobernantes tienen que tomar medidas para disminuir su expansión hasta que aparezca el remedio y la vacuna, como ha ocurrido con otras enfermedades en el pasado. Para algunos la salida más “gratificante” es la queja. Los hay de toda categoría: quejumbrosos, quejosos, quejudos, pero esta actitud no es ni de lejos una varita mágica, aunque para algunos tiene la “virtud” de facilitar caminos para el poder político, sin descartar a los que han “aprovechado” la oportunidad para, con “sabiduría”, practicar el latrocinio, más dañino que la pandemia.
Para salir adelante del desbarajuste económico, todos tenemos que aceptar limitaciones y considerar que las medidas generales –sin aplaudirlas o denigrarlas- nos obligan a modificar la rutina de la vida. El bienestar y malestar colectivo impacta a todos. Hay que activar la creatividad para buscar soluciones reales a los problemas individuales dentro de estas condiciones. La varita mágica es irrealizable y los costos son parte de la existencia.
Vino a mi mente la letra de una canción en boga: “La vida vale la pena, vale la pena // Y pese a todo lo malo la vida es buena, la vida es buena”.