Era agosto de 1.992, estaba trabajando con mi empresa Constructora, a la que se le había otorgado un contrato para construir una Agencia Bancaria en la Ave. San Martín para el Banco Latino.
Las cosas no iban muy bien. Era un contrato a precio cerrado lo que implicaba que los aumentos por inflación no me eran reconocidos. Pero entre la firma, el inicio y las demoras por múltiples razones, el tiempo de ejecución aumentó y coincidiendo con un período de alta inflación que se desarrolló en ese entonces, los precios unitarios que tenía mi contrato no solo no producían ganancia alguna, sino que no alcanzaban ni para cubrir los costos de Materiales, Equipos y Mano de Obra. Cada nuevo metro de construcción, de cable o de tubería nueva colocada, implicaba una pérdida automática a mi empresa y por tanto a mi bolsillo.
Un día de ese mes de agosto, caminando de la obra a la Estación del Metro Maternidad en la Ave. San Martín, me cruzo en mi camino al Dr. Daniel Ortega, quien además de su cordial saludo me dice: Oye Eduardo y porque no te vienes con un grupo a la India en el mes de diciembre. Estamos organizando todo a través del Grupo Sai de Sabana Grande y nos va a salir muy económico….Le contesté inmediatamente, diciéndole: No Daniel, en este momento estoy pasando por una situación económica terrible ….y le cuento brevemente mi problema con el Banco, los aumentos de precios, etc. El me insistió en anotarme en la lista de los posibles viajeros y fue tal su insistencia, cosa poco común en Daniel, hombre de pocas palabras, que acepté me anotara en la lista, a sabiendas, que sería imposible que en unos pocos meses yo resolviera mi problema y me fuera de viaje.
Como decía al inicio del capítulo, caminaba desde la Estación del metro Maternidad hacia la Obra, en la Av. San Martín, cuando me crucé a al Dr. Daniel Ortega, quien además de su cordial saludo agrega: Oye Eduardo, por qué no te vienes con un grupo que estamos organizando para ir a la India en diciembre y visitar a Swami ( sai baba). Estamos haciéndolo a través del grupo Sai de Sabana Grande y nos va a salir muy económico. ¿Te anoto en la lista para que vengas en diciembre? Creo que apenas lo pensé por segundos y le dije: Mira Daniel, mi situación económica en este momento no me permite viajar ni siquiera al Litoral, así que olvídate de ningún viaje a la India ni a ninguna parte. El se sonrió muy sereno y me dijo, OK, pero te anoto de todas maneras y en diciembre hablamos.
No quise decirle que no lo hiciera, ya que pensé, que, al fin y al cabo, estar en una lista no implica comprar un pasaje. Lo mas que podía pasar era que llegado el momento, dijera que no y listo.
Transcurrieron las semanas y el problema parecía empeorar. Cada día que pasaba, cada metro cúbico de concreto, cada kilo de acero o metro de pared que hacía, implicaba aumentar mi pérdida económica. Ya había hecho varias solicitudes de reconsideración de precios o de rescisión de contrato, pero todas habían sido inútiles. Tenía que finalizar mi contrato. Mis alternativas eran abandonar o tirarme a la quiebra, con las consecuencias que a futuro eso iba a tener para mi persona y mi empresa profesionalmente y financieramente hablando.
Creo era comienzos del mes de noviembre, de ese año 92, cuando pedí una nueva cita al Banco para plantear mi problema. La cita me fue dada para un viernes a las 11 de la mañana. La cita sería en el centro, cerca del Teatro Municipal. Iría a solicitar lo mismo de siempre: “Por favor quiero terminar mi contrato o pedir una reconsideración a mis precios o estoy quebrado”.
Esa mañana, estando en mi oficina repicó el teléfono. Tenía miedo de levantarlo, ya que seguramente sería algún cobrador o abogado preguntando por una factura o giro vencido, sin embargo, decidí contestar. Era una voz de una dama con tono muy juvenil. Preguntó por mi, le contesté que si que, a su orden, e inmediatamente me dijo:” lo llamo de la Agencia de Viajes, porque tengo confirmar si va a viajar a la India en diciembre, tiene una reservación que le hizo el Dr. Ortega”. Le contesté inmediatamente:” Señorita, lo lamento, pero en este momento, con mis recursos no llegaría ni siquiera hasta el Hotel Macuto Sheraton (quedaba a una hora y media de Caracas) porque no me alcanzaría para pagar el pasaje ni siquiera en autobús”. Ella se sonrió y dijo.” Bueno, no se preocupe, le voy a reservar para enero, el 8 de enero (1993) en British Airways”. Iba a decir que no, pero fue tan amable la forma como la muchacha me dijo:” mire y si no puede, cuando yo lo llame me dice que no y ya está, pero le voy a dejar la reservación”.
Le dí las gracias por su gentileza, aunque en el fondo de mi corazón, ya sabía de antemano la respuesta que le iba a dar en enero.
Llegué en Metro al Centro, para evitar el tráfico y un posible retraso, unos 20 minutos antes. Siempre he tenido la costumbre de adelantarme a las citas, algo poco común en Venezuela, al punto que me ha tocado esperar cientos de veces ya que mis contrapartes nunca llegan a tiempo.
Bajando de la estación del Metro Capitolio hacia el lugar de la reunión y al percatarme que todavía tenía un tiempo libre, decidí entrar a una pequeña Iglesia (Santa Teresa), que quedaba a mi izquierda, justo cuando caminaba hacia mi cita. Quise estar unos minutos en silencio y en paz y prepararme psicológica y espiritualmente para la reunión. No encontré mejor manera de pasar esos minutos, que de otra forma me hubieran parecido eternos.
Me arrodillé en uno de los reclinatorios. La Iglesia estaba prácticamente vacía, si acaso una o dos personas compartían el espacio.
Cerré mis ojos, me serené y concentré y creo que, de una manera espontánea, esta petición, hecha en silencio, salió de alguna parte de mi Ser.
“Quién sea de los tantos Seres Celestiales, que en este momento se encuentre en esta bella Iglesia, quiero que por favor me escuche. Sabes por lo que estoy pasando y en mis limitaciones mentales, sé que no hay una solución rápida y beneficiosa para todos. Te digo desde mi corazón, sea como sea que te llames y quien seas, que, si esta situación se soluciona, estaré seguro y consciente por el resto de mi vida, que esa solución me vino desde otro nivel, que algún poder superior influyó en que mi problema se solucionara”. Respiré profundo varias veces, una ola de silencio y quietud me invadió por unos momentos y pensé: Quisiera quedarme así,…. aquí,. por siempre. No quería levantarme, no quería romper esa especie de conexión que acababa de darse, pero, ví el reloj, y apenas faltaban 5 minutos para las 11.
Agradecí esos momentos y esa sensación que viví por unos instantes, me paré y apuré el paso hacia el Edificio donde tendría mi cita.
Me estaban esperando el Gerente General y su asistente, a quienes por tercera o cuarta vez les iba con la misma petición. Como siempre luego de las explicaciones contractuales y normas, la respuesta volvió a ser casi la misma. Digo casi, porque hubo dos pequeños detalles: el primero, su actitud fue un poco mas receptiva y abierta que otras veces, a pesar del no y lo otro que el asistente me preguntó en un momento dado que, si en caso de rescindir el contrato yo estaría dispuesto a hacer una transición a otra empresa en la que no se perdiera el tiempo y la ilación de la obra, para tener un retraso mínimo. Por supuesto que mi respuesta fue afirmativa, insistiendo en que de mi parte habría todo el apoyo para hacer una entrega a otra empresa sin prácticamente alterar el ritmo y las fechas de entrega de la obra. Como les digo, eso me sorprendió, aunque al final, en nuestra despedida me dijeron que me llamarían al día siguiente para comentarme su decisión, pero que en principio no me hiciera muchas ilusiones.
A la mañana del otro día, cercano al mediodía, sonó el teléfono de mi oficina. Como por la mala situación ya no tenía secretaria, fui yo mismo quien atendió. Era el asistente del gerente general del Banco quien luego de los saludos de rigor, me dijo: Eduardo, ayer estuvimos estudiando tu caso y tomamos la decisión de aceptar la recisión del contrato. En ese momento, una sensación de alegría, una especie de calor en el estómago empecé a experimentar, pero él continuó: además, preséntanos un estudio de precios y presenta una Reconsideración de los precios unitarios, la vamos a estudiar y te avisamos pronto. Esa segunda noticia, ya no sabía si era igual o mejor que la primera. Son los momentos en la vida en los que el tiempo se detiene, te inunda una dicha y una sensación imposible de describir. Sientes que se hizo justicia, quieres llamar a tu familia en segundos para avisarles, no sabía por donde empezar. Le agradecí no sé con que palabras o de que manera y quedé en presentar mi estudio de precios a la brevedad para reunirnos y fijar la fecha en la que entregaría la obra a otra empresa.
Luego de llamar a mi esposa e informarle, llamé a Henry.
Henry era un Ingeniero colombiano que había colaborado conmigo en la obra, pero que, por la misma situación, no había podido pagarle su sueldo completo, lo que nunca fue obstáculo para que siempre estuviera dispuesto a ayudarme. Siento que de esa forma, es como Dios nos envía y nos da a conocer a los ángeles, seres como tú y como yo, que se cruzan en nuestros caminos, nadie sabe como, nos prestan una ayuda y luego desaparecen.
Henry, donde quiera que te encuentres y si este libro se cruza en tu camino, quiero que sepas que te agradezco tu apoyo y compañía en esos momentos que fueron tan difíciles.
Que Dios te bendiga.
Le pedí que me ayudara a preparar el estudio, ya que requería de rehacer unos 150 Análisis de Costos, con las variables de precios de los insumos de construcción a lo largo del tiempo que duró nuestro contrato. Así trabajamos mañanas, tardes y noches y en cosa de una semana preparamos una carpeta con toda la información y la entregué en el Banco.
Ya eran los primeros días de diciembre y a los pocos días de haber hecho la entrega me llamaron a informarme, que la Reconsideración de los precios había sido aprobada en un 95 %. De nuevo no tenía palabras con que agradecer a las personas del banco. Cerré mis ojos y tomé conciencia y recordé mi visita a la Iglesia minutos antes de mi reunión y me dije:
Gracias a El o los que me ayudaron, sé que fue obra de Ustedes y nosotros su instrumento. Cada día me daba más cuenta de que esa parte de magia que había estado oculta en mi vida por tantos años, de vez en cuando se asomaba, como diciendo que en cada sincronismo, estaba la presencia Divina y que en las sensaciones y emociones de alegría, agradecimiento y dicha que experimentaba, no eran otra cosa que la Divinidad interna, que se conectaba con le Energía Universal, con nuestra esencia…con Dios.
Entre finales de noviembre y comienzos de diciembre, pagué mis deudas, giros vencidos, proveedores que habían esperado sin demandarme, a Henry, con una bonificación especial,
Pudimos pasar un diciembre con regalos para la familia, sin deudas, más tranquilo, pero al mismo tiempo y tenía que comenzar a pensar qué iba a hacer el próximo año, en enero cuando tuviera de nuevo que arrancar a producir.
Luego de reflexionar unos días, tomé la decisión de emplearme de nuevo. No quería volver a pasar por las angustias de los pagos de nómina, sindicatos, proveedores, etc. así que me dije, en enero comienzo a buscar empleo, lo que hacía unos años me había prometido no volver a hacer.
Transcurrió Navidad y Año Nuevo. No sé cuantas veces agradecí el resultado final de aquel proceso que pudo dejarme en la bancarrota.
El día dos de enero del año 93 me levanté con la intención de dar los primeros pasos para conseguir un empleo para ese año. Me fui a mi oficina que en ese tiempo estaba en el Parque Central, a eso de las 9 de la mañana. Todo estaba solitario, son días en que la mayoría todavía está de descanso o vacación.
Entré y comencé a ubicar números de teléfono de conocidos y relacionados, familiares o amigos que pudieran darme apoyo en buscar empleo de nuevo, asunto nada fácil a la edad de 45 años.
Mientras consultaba viejas libretas y directorios, sonó el teléfono. Muy extrañado por una llamada un 2 de enero y a esa hora levanté el auricular, pensando incluso que sería un número equivocado.
¿¿Buenos días, el Sr. Eduardo González?? Si, le dije, a su orden. Mire es de la Agencia de Viajes, Usted tiene una reservación para viajar el día 8 a la India. ¿¿Va a viajar??
Por unos instantes me quedé mudo, en silencio. No sabía qué decir. Estaba desconcertado. Como una película, en instantes pasaron por mi mente, varios de los eventos del año anterior, los problemas, el contrato, las deudas, los abogados, la Iglesia, las llamadas del Banco… Fue una decisión instantánea, sin dudas…le dije Si, si me voy señorita, ¿qué debo hacer?
Me dijo: tiene que pedir una cita al Cónsul de la India para que le otorguen la visa en 2 o 3 días, vacunarse contra la fiebre amarilla y por supuesto venir a cancelar el pasaje. Le consulté donde me podía vacunar y me informó de un Hospital de la Av. San Martin, perteneciente al Ministerio de Sanidad. Salí directo a la embajada de la India, donde el Cónsul, muy gentilmente accedió a otorgarme la visa en 2 o 3 días, de allí fui a vacunarme y luego a la Agencia de Viajes. Ese día, prácticamente, salvo la visa, dejé todo listo para el viaje. Un viaje que nunca busqué, que nunca imaginé, pero que las circunstancias y los sincronismos vividos desde aquel Enero de 1984, 9 años antes cuando un día de Marzo decidí pasar 3 meses sin tomar y organizando mi vida de otra manera, parecían haberme llevado, sin habérmelo propuesto, a decidir iniciar un viaje , que solo el tiempo me daría su verdadero sentido, solo el tiempo me permite hoy, 15 años después de haber regresado, escribirles en los próximos capítulos, desde mi memoria y desde mi corazón las experiencias , que mis palabras, estoy seguro no podrán describir con exactitud, pero que desde mi alma trataré de compartir, un tiempo que quedará en mis recuerdos por siempre y que sería mezquino de mi parte no transmitirlo, para permitir que otros, que dominados por el miedo, los apegos, las tradiciones o creencias sientan que sus vidas no pueden cambiar….bueno, yo les digo desde mi experiencia, desde mis vivencias que en cada uno de nosotros está esa semilla de la magia y el poder de transformarnos en aquello que sintamos brindará mas felicidad, paz y amor a nosotros mismos y a nuestros seres cercanos y queridos.
El viaje, por supuesto, ya no sería con el grupo del Dr. Ortega. Ahora me iría yo solo. Por lo que decidí viajar de la mejor manera posible. Unos blue jeans, zapatos de goma, unas tres o cuatro franelas y ropa interior en un morral. Siempre había querido viajar así. Sin maletas, sin tener que esperar en los aeropuertos, liviano, libre. Empecé a sentirme Sagitario, mi signo.
Como les decía, el día 8 salía para la India, sin embargo, quiero comentar dos eventos que ocurrieron el día antes de irme, que por supuesto, no fueron casuales sino que también formaron parte de esta hermosa trama que a partir de aquí voy a compartir con ustedes.
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enequilibrio11